La Historia se repite

Lun, 20/04/2020

1918

En 1918 el mundo “enfermó” gravemente, aunque al principio se dijo que se trataba de una leve gripe. Miles de personas empezaron a sentir cansancio, fiebre y dificultades para respirar. Los casos se sucedían en Estados Unidos, Francia, Rusia, Irán, Nueva Zelanda, Argelia, China, Alaska, Gambia...

Por las historiadoras Laura Lara y María Lara

En 1918, sin un sistema desarrollado de atención médica, cuando se vivían los últimos estertores de la Gran Guerra, la muerte púrpura se llevaba a niños, mujeres y ancianos, causando aún más bajas que en la primera línea de fuego. Estableciendo un símil con las enfermedades del Medievo, en México esta “influenza” fue denominada la “peste roja” y en Italia “la fiebre de las moscas de arena”.

España había defendido su neutralidad en el conflicto internacional en 1914. Sin embargo, en aquella sociedad del cuplé, de los sombreros y de las primeras fotografías en blanco y negro, la opinión pública hacía sus apuestas por los Imperios centrales, encabezados por Austria-Hungría, o los países de la Entente, liderados por Reino Unido. Ningún intelectual faltaba a la cita en los debates o en las gacetas: Galdós, Baroja, Benavente y Ortega y Gasset…, todos opinaron. Germanófilos y aliadófilos buscando destino para España después del Desastre del 98.

Aunque su denominación técnica es gripe tipo A (H1N1), frente el silencio de los países contendientes, donde se aplicó la censura para no crear alarma, tanto se habló en la prensa española que la pandemia se quedó por los siglos con ese apellido. A principios de junio, los parisinos, que desconocían la devastación ocasionada por la enfermedad en las trincheras de Flandes y Champagne, se enteraron de que dos terceras partes de los madrileños habían enfermado en solo tres días. Sin vacunas, los dignatarios franceses, británicos y estadounidenses empezaron a llamar a este asesino invisible la “gripe española”, injustamente.

Pese a todas las medidas, la gripe “no española” se desbocó, y el jinete del Apocalipsis campó a sus anchas. Las calles estaban vacías, se incrementó la desinfección de las vías, los empleados no podían ir presencialmente al puesto de trabajo y la gente no salía de su domicilio. Situación que estamos viviendo en 2020 ante la pandemia de coronavirus aunque hoy, gracias al desarrollo tecnológico, el teletrabajo es posible.

También estuvieron a la orden del día las sanciones: en Norteamérica, si no se portaba una mascarilla de tela, la multa para el transeúnte era de 100 dólares de la época. Se afirma que, pese a la desgracia, por una póliza de seguro amasó su fortuna la familia de Donald Trump (emigrantes desde Centroeuropa), al fallecer de la gripe su abuelo Frederick (el 30 de mayo de 1918) y ejercer el derecho la viuda, Elizabeth.

Por el Tratado de Versalles, en 1919 surgía la Sociedad de Naciones como organismo orientado a frenar los conflictos. En la Sociedad de Naciones, una rama estaba dedicada a la sanidad, para evitar que se produjera una pandemia como la de 1918. Las naciones se implicaron en mejorar la sanidad. El baby boom caracterizó los “locos años 20”. En Francia y Reino Unido se reguló la adopción de niños habida cuenta del alto número de huérfanos.

En 1948 se creó la Organización Mundial de la Salud y, en 2015, la OMS establecería que ninguna enfermedad fuera llamada como una persona, un animal o un país. Para no estigmatizar.

Y, 102 años después de la mal llamada gripe española, estamos de nuevo como en la canción "Influenza" (1939) compuesta por Ace Johnson recordando aquella otra plaga. De acuerdo a la investigación en la Biblioteca del Congreso de Washington, el músico aprendió la tonada de un chico de Amarillo (Texas). “The groans of the sick sure were sad”, los quejidos de los enfermos eran tristes, y aunque todos confiaban en que pasara pronto, hasta el personal sanitario se contagió. El tema fue interpretado con guitarra y cierto aire de country en Brazoria el 15 de abril de 1939, y puede escucharse en este registro.

In memoriam, Pedro Lara Pérez, abuelo de las profesoras y hermanas Laura y María Lara. Tus nietas no te olvidan.