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El sistema penitenciario español debe reforzar el personal técnico para facilitar el tratamiento de reinserción de los reclusos
Mié, 18/12/2019
Daniel Fernández Bermejo, profesor de la UDIMA, durante la jornada penitenciaria..
¿Realmente cree en la reinserción? ¿Se puede reinsertar a todos?". Las preguntas del público asistente iban en la misma dirección hacia la mayoría de los ponentes. La respuesta, también: Sí, la reinserción es posible. Ese fue el gran debate que flotó durante buena parte de las I Jornadas Penitenciarias de la UDIMA. Con el título 'Criminología, Derecho Penitenciario y Práctica', diferentes profesionales relacionados con el sistema penitenciario del país dieron su punto de vista y sus experiencias para mejorarlo. Y eso pasa por encaminar un sistema cada vez más endurecido hacia una mayor relevancia del tratamiento del recluso como alguien que debe poder decidir reinsertarse en la sociedad. Hay que facilitar y reforzar las herramientas para ello.
Texto y fotos: Alberto Orellana
La realidad es que, si bien partimos de una norma penitenciaria "inmejorable", hay un "desfase normativo" en cuanto a las penas respecto a los países de Europa, declaró Puerto Solar Calvo. Como jurista del Cuerpo Superior de Técnicos de Instituciones Penitenciaria, Solar Calvo defendió varias medidas como deberes para el nuevo Gobierno. "España tiene de las tasas más bajas de criminalidad y de las más altas de encarcelamiento", apuntó. En su opinión vivimos un momento de "populismo punitivo" en el que la Prisión Permanente Revisable (PPR) tiene plazos de revisión muy superiores a los de nuestros vecinos (diez más que en Francia, que tiene 15). Y la libertad condicional "se está convirtiendo en una excusa para mantener la tutela administrativa" del recluso.
Solar Calvo instó a la administración a no "extralimitarse" como ha hecho en algunos casos, y sobre todo a que el sistema no le otorgue tanto poder. En lugar de intensificar las penas, lo que hay que hacer es "escuchar a Europa", donde abogan por un sistema penitenciario que busca no negar al penado su derecho a la "no desocialización". Y que "permite repescar a las personas antes de que sea imposible su reinserción".
Este es otro de los aspectos en los que más coincidieron todos: el preso que lleva más tiempo sin entrar en ningún tipo de tratamiento es más difícil de devolver a la comunidad. Así pues, no se trata de que la administración esté "obligada" a darle la reinserción al condenado, "los instrumentos para hacerla posible", ha subrayado la jurista. Da herramientas para que "sigan creyendo que pueden salir y no volver a entrar; que no sientan que están apartados de la sociedad", resumió.
Desde su evolución en los años 60, el sistema penitenciario español se ha ido endureciendo, como explicó Daniel Fernández Bermejo, profesor de la UDIMA. Bermejo ha repasado los hitos de la normativa penitenciaria y ha argumentado por qué se está "distorsionando su espíritu". Hay que discernir entre cárcel y prisión, y entre encarcelado y recluso, a quien hay que ver como a un enfermo que necesita un tratamiento, comentó. Y al que hay que acercar progresivamente al tercer grado. "La libertad no es un beneficio, debe ser el cuarto grado".
Según criticó, el legislador no debe ser quien valore cuándo un recluso está capacitado para acceder a un programa de reinserción, especialmente en el caso de fechas que se establecen como inamovibles. Tal como afirmó, el legislador está haciendo que la individualización legal y judicial "se impongan" a la penitenciaria. "El delito y la condena" priman frente a la "reinserción profesionalizada".
"¿Qué sistema queremos?", reflexionó Fernández Bermejo: "¿Ser un modelo para Europa o volver a los aspectos del siglo XIX?". Según destacó, desde 2005 se han hecho hasta 31 reformas de la norma penitenciaria, todas para "endurecer el texto político". Para alcanzar un sistema que sea más humano y que permita individualizar hace falta apuntalar el tratamiento del recluso desde su ingreso. Tiene que ser cuanto antes, porque "después de 25 años, el recluso no sabe esta fuera", sentenció Roberto Bajo Fernández.
Como funcionario de instituciones penitenciarias aturdió a los presentes con la rotundidad de quien trabaja "24 horas con los malos". Una posición "muy dura" que les expone a situaciones de mucha tensión e inseguridad, y para la que sólo reciben formación jurídica y teórica. "Nos falta tanto jurista, psicólogo y criminólogo… No puede haber uno para 150 presos. Yo no soy psicólogo. Falta personal", reclamó el funcionario penitenciario, quien aseguró creer en la reinserción porque le va la vida en ello, y también subrayó la importancia de ser un elemento central más reconocido del tratamiento.
En ese tratamiento el criminólogo puede erigirse como una pieza relevante, especialmente en cuanto a las medidas que pueda aportar en el medio abierto, como desgranó Abel González García, director del Departamento de Criminología de la UDIMA. El Doctor de la UDIMA evidenció que, como reclamaba el funcionario penitenciario, "no existen medios" para el apoyo postpenitenciario. Donde más puede ayudar el criminólogo es en la evaluación y gestión del riesgo de reincidencia, gracias a la perfilación delincuente y el análisis empírico de su comportamiento.
En definitiva, más allá de los puntos flacos del tratamiento (por la falta de estudios y evaluaciones individuales y contextualizadas de los presos), lo que parece claro es que nos aproximamos hacia un sistema de reinserción anglosajón, más centrado en las posibilidades de suspender la pena cuando la situación lo permita. Y con una tutela individualizada y constante, desarrolló González García. "Los criminólogos pueden trazar una puerta entre la psicología y la penitenciaría para establecer cómo es la mente de una criminal" reforzó más tarde el doctor en psicología de la UDIMA, Rodolfo Gordillo Rodríguez.
Por su parte, tanto Pedro Lacal Cuenca como Gordillo Rodríguez, mostraron ejemplos de casos más difíciles de reinsertar. El primero, psicólogo de instituciones penitenciarias y profesor de la UDIMA, habló de los "delincuentes por convicción", que incumple la prohibición de acuerdo a un discurso. Es el caso de los terroristas, las bandas organizadas, las sectas, etc.. Para Lacal Cuenca el tratamiento penitenciario es "inaplicable" o muy difícil de aplicar en este tipo de reclusos. "El delincuente por convicción pertenece a un grupo social. Esa es la dificultad", reconoció.
Son personas aparentemente equilibradas y con un discurso a menudo lúcido y coherente, y tienen un modo de vida esperándoles cuando salgan de prisión. Eso sí, aseguró "creer" en la reinserción. Mientras, el Doctor en psicología habló del esquema de la "personalidad oscura" en la psicología forense. Insistiendo en que "los datos" avalan su postura, recalcó la necesidad de mejorar un sistema que "no funciona" con este tipo de gente. Los delincuentes de personalidad oscura tienen un grado máximo de "malevolencia" y "hay que apartarlas de la sociedad", valoró. ¿Por qué? Entre otras cosas, "porque no se les puede tratar; crean los ambientes para ello, para darse alas" con el tratamiento, explicó.
Tras el relato del funcionario de prisiones, cerró la jornada la criminóloga Sandra Sabido Buiza con un apunte sobre los medios telemáticos en el sistema penitenciario español. Concretamente el régimen abierto con monitorización a través de pulseras electrónicas. Un sistema "voluntario" para el recluso que le sitúa en una responsabilidad "total" ante cualquier irregularidad. De hecho, cuando algunos rompen la pulsera accidentalmente (lo que supone una grave infracción), vuelven "casi llorando" al centro penitenciario, como relató Bajo Fernández.
Como detalló la criminóloga, esta opción requiere un seguimiento periódico "permanente" hasta que se cumple la pena, con controles actividades y otros tratamientos. Y busca "facilitar la progresiva incorporación a la sociedad, y atenuar la sobreexplotación penitenciaria" y sus costes, entre otros. Desde su instauración en el año 2000 casi 32.000 reclusos han cumplido el tercer grado con este sistema, y en marzo de 2019 unos 2.000 lo estaban utilizando.