Cuando el libro era algo más que un negocio

Jue, 26/03/2020

librería

He leído recientemente, no recuerdo dónde porque imagino que os pasará lo mismo, que estamos leyendo más que nunca en distintos medios, una frase que me gustó mucho y que en estos días de confinamiento regresa constantemente a mi cabeza. Decía algo así como éramos felices sin saberlo y de fondo salía el banco de un parque, la puerta de una cafetería o un grupo de amigos charlando, tampoco recuerdo bien la imagen que acompañaba el texto.

Por el profesor José Luis Ramírez, socio fundador de Quelibroleo.com

Esta frase me lleva inevitablemente a la última foto que tomé cuando estábamos en libertad, una foto de la librería de un buen amigo. Sí, es una foto de la librería, no una foto en la librería. Bueno, para ser exactos es más que una librería pues allí, además de comprar libros de viejo, puedes sentarte a leerlos mientras tomas un café o un té, incluso una cerveza.

Me gusta mucho ir allí los sábados y domingos por la mañana, porque se organizan, de forma informal, tertulias literarias en las que hablamos de lo de siempre: los libros y los escritores del momento, lo difícil que lo tienen los libreros, la crisis por las que atraviesan las librerías independientes, el problema de los intermediarios y la distribución, etc. Como anécdota, os contaré que uno de los miembros de la tertulia es un librero ya mayor -yo le calculo unos 80 años aunque nunca le he preguntado la edad por respeto-, cuya historia daría para otro artículo pues vive en un hotel y come, o mejor, comía todos los días en un restaurante de la calle de Atocha.

El caso es que cada vez que miro la foto en el móvil, no puedo evitar cierta nostalgia. Quién me iba a decir que sería la última foto en libertad, que efectivamente éramos felices sin saberlo solo por el hecho de poder movernos libremente, de abrazar a los amigos, de compartir cerves, charlas y libros.

Esta semana he llamado a mi amigo Santiago, el dueño de la librería, para saber cómo le va. Me cuenta que se salta el confinamiento y sigue trabajando. Va todos los días un rato a la librería a servir los pocos pedidos que recibe, pero que afortunadamente sigue recibiendo cinco o seis a diario. En caso de no hacerlo, tiene miedo de que la venta se la lleve Amazon. También me dice que sus arrendadores le están ayudando, que han tenido en cuenta la situación actual y le han dicho que no se preocupe por el alquiler, pero no sabe lo que aguantarán.

Su situación, y la de tantos otros libreros, y la de tantos otros minoristas, contrasta con la de otros, fundamentalmente de los más grandes. Leo en The Guardian que Amazon, por ejemplo, está aprovechando la situación para monopolizar ciertos sectores. Facebook ha aumentado el volumen de tráfico y los datos que maneja de forma desproporcionada. Pero hay otros muchos: YouTube, Netflix, los fabricantes de mascarillas, los de líquidos desinfectantes… No es mi intención, ni mucho menos, entrar en el debate de si es o no ético y de qué tipo de sistema económico queremos para el futuro. Me limito a reflejar la difícil realidad actual.

Tal vez en los próximos días me atreva a escribir sobre los eBooks, sobre el cambio de paradigma, sobre la lectura en formato físico y/o digital, pero en estas primeras semanas de confinamiento no dejo de pensar en lo que ocurrirá si dejamos caer al eslabón más débil de la cadena de valor de cualquier sector: el comercio minorista. (Mientras escribo estas líneas leo la noticia de que el gremio de libreros de Cataluña se plantea no pagar a fin de mes a los distribuidores).

Como dice el título de un libro de Milena Busquets (hija de Esther Busquets) por el que se pagó una auténtica millonada en un Fráncfort de hace años, Todo esto pasará. Volveremos a las calles, a llenar bares y restaurantes y volveremos a ser felices (o al menos lo intentaremos). Yo, espero regresar a las tertulias, volver a visitar librerías y comprar nuevos libros porque si algo bueno va a tener esta crisis es que me está sirviendo para ponerme al día con las lecturas pendientes.

Para terminar, si me permitís una sugerencia, el encierro en casa con un libro en las manos es más llevadero. Hoy por hoy no tenemos mejor forma de viajar, ni más segura.