¿Se puede controlar el riesgo cardiovascular y disminuir la mortalidad?

Vie, 29/09/2023

Con motivo del Día Mundial del Corazón, día designado desde el año 2000 por la Federación Mundial del Corazón con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la UNESCO, el doctor Javier Cabo Salvador, Doctor “Cum Laude” en Medicina y Cirugía Cardiovascular por la Universidad Autónoma de Madrid, Miembro de la Comisión Nacional de la Especialidad de Cirugía Cardiovascular del Ministerio de Sanidad del Gobierno de España y  Director del Departamento de Ciencias de la Salud y Catedrático de Gestión Sanitaria en la Universidad a Distancia de Madrid UDIMA, escribe sobre la importancia que tienen las enfermedades cardiovasculares (ECV), y su gran repercusión tanto a nivel asistencial, como económico y social, recalcando en la importancia y necesidad de su prevención, control y adecuado tratamiento.

Redacción UDIMA Media

A partir de dicho año 2000, la Federación Mundial del Corazón, en colaboración con la OMS, y la Organización Panamericana de la Salud, organizan en más de 100 países eventos que ayudan a concienciar a la ciudadanía sobre los problemas de las enfermedades cardiovasculares, enfermedades como el infarto de miocardio y los accidentes cerebrovascular que se cobran en el mundo más de 20 millones de vidas al año y sensibilizar a los políticos acerca de la necesidad de abordar de manera conjunta políticas sanitarias a favor de la potenciación de la salud cardiovascular (SCV) en la población a nivel mundial.

Para concienciar sobre la relevancia que tienen las ECV, tanto a nivel sanitario, como económico y social, basta con exponer algunas de las cifras más importantes acerca de la morbimortalidad y los costes generados ocasionados por las ECV a nivel mundial en los países más industrializados que es donde hay datos registrados.

Las ECV son la principal causa de muerte en el mundo, ocurriendo estas muertes tanto en países de medios y bajos ingresos, como en los países más industrializados, donde a pesar del incremento de la mortalidad como consecuencia de las enfermedades tumorales y de algunas patologías infecciosas, las ECV siguen siendo la principal causa de mortalidad, sin hacer prácticamente distinciones por raza o localización geográfica.

Según los datos reportados por la American Heart Association (AHA), las ECV fueron la causa de muerte, de más de 874.000 personas en los Estados Unidos (EE.UU.) en 2019, cobrándose cada año, más vidas en Estados Unidos que todas las formas de cáncer y las enfermedades crónicas de las vías respiratorias inferiores combinadas. Siguiendo con datos de la AHA, entre 2015 y 2018, 127 millones de estadounidenses presentaron alguna forma de ECV.

Entre 2017 y 2018, los costes directos e indirectos de las ECV fueron, en total, 378.000 millones de dólares (226.200 millones en costes directos y 151.800 millones en pérdida de productividad). Entre 2015 y 2018, en EE.UU., el 58.8 % de las mujeres negras no hispanas y el 60.1 % de los hombres negros no hispanos presentaron alguna forma de ECV, ostentando por raza, la prevalencia más alta de ECV. En 2019, en EE.UU., la enfermedad coronaria (EC) fue la causa principal de muertes atribuibles a ECV en EE.UU. con un 41.3 %, seguida de otras ECV como el ictus isquémico, con un 17.3 % y el derrame cerebral con el 17.2 %. Las ECV representaron el 12 % del total de los gastos de salud en EE.UU. para el periodo de 2017 a 2018, lo que supuso más que el gasto de cualquier otro grupo de diagnóstico principal.

Según los datos de 2019 ajustados por edad, la tasa de mortalidad para EE.UU. atribuible a una ECV, fue de 214.6 por cada 100.000 personas. Esto significa, qué en promedio en EE.UU., una persona muere de una ECV cada 36.1 segundos (las estadísticas de 2019 indican que se produjeron 2396 muertes diarias por ECV), en promedio, una persona sufre un ictus o un derrame cerebral cada 40 segundos (según los datos de 1999, cada año se producen alrededor de 795.000 ictus o derrames cerebrales nuevos o recurrentes), y en promedio, en EE.UU. muere una persona de ictus o derrame cerebral cada 3 minutos y 30 segundos (las estadísticas de 2019, indican que se produjeron alrededor de 411 muertes diarias por ictus o derrame cerebral).

Más cercano a nosotros, a nivel de la Unión Europea (UE), las ECV son también la causa de mortalidad de más personas que todas las patologías tumorales juntas, falleciendo al día más de 5.000 personas a causa de ECV, y siendo este porcentaje más elevado en las mujeres (55% de todas las muertes), comparado con el de los hombres (43% del total). En toda la UE, los datos son preocupantes, siendo las ECV la causa de casi el 40% de las defunciones. Cada año se registran en la UE cerca de 4 millones de muertes por enfermedades relacionadas con el corazón, es decir, 10.000 fallecimientos al día.

Según datos del 2014, en la UE, la cardiopatía isquémica provocó 126 muertes por cada 100.000 habitantes. Como dato reciente es de destacar que en el año 2020 más de 60 millones de personas vivían con ECV en la UE, diagnosticándose cerca de 13 millones de casos nuevos al año. Incidencia, que con las predicciones de incremento de la longevidad y de la esperanza de vida esperadas, se verá incrementada en los próximos años.

¿Y qué pasa en España? Las enfermedades del sistema circulatorio siguen siendo la primera causa de mortalidad. En España más de 10 millones de personas padecen enfermedades y patologías relacionadas con el corazón, de las cuales 120.000 personas fallecen cada año. En 2020 murieron 119.853 personas por causa cardiovascular. En España, una de cada tres muertes es atribuible a las ECV, siendo estas patologías la primera causa de mortalidad, representando el 26% de todas las defunciones, convirtiendo además las ECV como la principal causa de discapacidad prematura, y la segunda causa de hospitalización a nivel nacional.

Según el Instituto Nacional de Estadística, en España, en 2021 fallecieron cerca de 120.000 personas a consecuencia de ECV, siendo las mujeres las más afectadas, muriendo al año en España, más de 7.500 mujeres más que hombres a causa de ECV.  En un estudio realizado en el 2020 se estimó que el coste, a nivel económico, relacionado con las ECV, había aumentado un 20 %, desde los 6.400 millones de euros en 2014 hasta los 7.700 millones de euros en 2020. El grupo de enfermedades del sistema circulatorio se mantuvo como primera causa de muerte en 2022, con el 26,0% del total (y una tasa de 252,2 fallecidos por cada 100.000 habitantes), seguida de los tumores, con el 24,8% del total (y una tasa de 239,8).

En España, al igual que en el resto de países, las ECV tienen un gran impacto, tanto a nivel social, en cifras de morbilidad, mortalidad, y discapacidad, como a nivel económico (gasto asistencial médico y sociosanitario total). La tasa media estandarizada de mortalidad cardiovascular en España en el 2020 fue de 219,4 fallecimientos por cada 100.000 habitantes, siendo la causa más frecuente de mortalidad, con un 24,30 %, seguida del cáncer, en un 22,80 % de los casos, y siendo a destacar que la mortalidad en mujeres (53,32 %) fue superior a la encontrada en hombres (46,67 % de los casos). En España, también destaca el incremento de muertes por enfermedades hipertensivas que se produjeron en 2020 (14.271 casos) con respecto al año anterior (11.854 casos). En los últimos 15 años, la mortalidad por esta causa no ha parado de crecer hasta el punto de que, en la actualidad, hay el doble de fallecimientos por esta causa que en el año 2006.

Como vemos, cada año se producen cerca de 120.000 muertes por ECV, una cifra equivalente a la que supuso la pandemia de COVID-19 en dos años, es decir, cada año en España estamos viviendo una pandemia por muertes de ECV que queda “oculta” en términos de sensibilización social, y que hay que visibilizar para concienciar a la población de su importancia real. En España, a pesar de haber presentado la segunda tasa más baja de mortalidad por ECV estandarizada por edad entre los 27 países de la UE, y ser la esperanza de vida en el momento del nacimiento una de las más altas del mundo, la SCV sigue siendo un problema clave de salud pública, siendo la principal causa de muerte, por delante del cáncer y las enfermedades respiratorias, y uno de principales motivos de ingreso hospitalario, representando el 26,4 % de todas las defunciones en 2021.

Estas elevadas cifras de prevalencia de las ECV, su mortalidad, así como en el impacto de los distintos factores de riesgo, y las causas desencadenantes de la patología cardiovascular, además de su diagnóstico y tratamiento, suponen un reto importante para los sistemas sanitarios de todos los países a nivel general, debido a que más del 80% de las muertes prematuras por ECV se pueden prevenir haciendo pequeños cambios en nuestro estilo de vida a través de cambios en la alimentación, ejercicio y control del estrés, y con un control eficaz de los factores de riesgo como el colesterol, la hipertensión y la glucemia.

Es importante destacar que dos de los principales factores de riesgo cardiovascular, como son el colesterol elevado, en concreto, el cLDL (lipoproteínas de baja densidad), y la hipertensión, que son los principales factores de riesgo desencadenantes de cardiopatía isquémica e ictus isquémico, pueden ser fácilmente modificables con cambios en la alimentación y en el estilo de vida, asociados en ciertos casos seleccionados con una pauta terapéutica adicional de estatinas y/o un hipotensor o betabloqueante.

Estos datos, han motivado el interés de las autoridades sanitarias de todos los países en establecer políticas preventivas y de vigilancia comunes, con el objetivo de intentar disminuir este problema de salud que conlleva una gran repercusión, tanto a nivel económico como social, ya que las secuelas derivadas de las ECV, no sólo se cuantifican en términos de morbilidad y de mortalidad, sino también por su elevado impacto económico, tanto directo como indirecto, y su importante repercusión social, con unos costes estimados superiores a los 38 billones de euros anuales en los países miembros de la UE. Debido a la elevada prevalencia de las ECV y de sus factores de riesgo, así como al impacto que tienen las ECV tanto en la salud como en la calidad de vida, y a las consecuencias económicas y sociales, de ellas derivadas, actualmente se considera la salud cardiovascular (SCV) como un reto social y sanitario de primer orden a nivel de todos los países más desarrollados a nivel mundial.

Por estos motivos, a lo largo del 2022, se elaboró y desarrolló en España, la Estrategia de Salud Cardiovascular del Sistema Nacional de Salud (SNS), estrategia que fue aprobada en un pleno extraordinario del Consejo Interterritorial del SNS, con el objetivo de conseguir un cambio en la SCV de la población, y promover la adopción de hábitos de vida saludables. Estrategia de SCV que tiene como objetivo primordial mejorar el nivel de SCV de la población mediante un abordaje integral. Esta Estrategia de SCV, fijó su objetivo en promover la SCV en la población, mediante el desarrollo de un abordaje integral capaz de facilitar la adopción de estilos de vida y entornos saludables y sostenibles. Estrategia qué por diversos motivos, desgraciadamente no ha avanzado nada hasta el momento actual, con prácticamente un nulo desarrollo tras más de un año desde su publicación.

La importancia y necesidad de establecer una Estrategia, no solo nacional sino europea en SCV, es esencial por varios motivos. En primer lugar, por la globalización y la movilidad geográfica y el incremento inevitable de la necesidad de atención médica con continuidad asistencial relacionada con las ECV que surge en Europa a consecuencia de una población cada vez más envejecida, a las tendencias epidemiológicas con un aumento creciente de la obesidad y la diabetes mellitus, y la potencial amenaza de futuras pandemias.

En segundo lugar, como consecuencia de la falta de aprovechamiento de la experiencia en el manejo de la ECV mediante programas de inteligencia artificial (IA) y Big Data, derivado de que los datos de las ECV, tanto en España, como dentro de la UE no están estandarizados, y no se comparten ni aprovechan para su uso posterior. En España, por ejemplo, según datos de la SEC, solo seis de las 19 comunidades y ciudades autónomas recopilan datos específicos de ECV a través de registros, y de esas solo tres utilizan los datos para fines que van más allá de informes anuales o de la promoción de la salud. La evidencia existente muestra grandes desigualdades e inequidades relativas a las ECV a lo largo de varias dimensiones interconectadas, como son la ubicación geográfica, el estatus socioeconómico y el género.

Como vemos es algo ineludible y es una necesidad el abordar el problema de las ECV, la primera causa de mortalidad, además de lo que representan en morbilidad, repercusión socioeconómica y carga de enfermedad personal, priorizar políticamente la SCV con una Estrategia Europea con tres objetivos prioritarios claves para lograr una adecuada SCV:

 

  • Desarrollar un cambio de paradigma para lograr una atención integral de las ECV tanto en los procesos agudos como en los pacientes crónicos, con empleo de la u-Health, la monitorización en el domicilio y la rehabilitación cardiovascular.
  • Desarrollar una Historia Clínica Electrónica (EHR) personalizada, interoperable que posibilite una continuidad asistencial, logrando una mejora de la recogida, distribución y gestión de los datos, con datos de más calidad, no sesgados y estructurados, con indicadores preestablecidos, con gestión de manera matricial que permita un seguimiento de la efectividad y calidad de los procesos asistenciales y de la eficiencia del consumo de recursos y que posibilite una adecuada continuidad asistencial sin brechas ni barreras, y poder mejorar la coordinación entre los diferentes niveles asistenciales, y en el seguimiento de los pacientes y que puedan servir de apoyo para la toma de decisiones clínicas en situaciones importantes, mediante el empleo de la IA.
  • Acabar con la inequidad relativa en SCV, con un acceso realmente equitativo enfocado a un diagnóstico precoz y a la prevención, mediante la identificación de las poblaciones de riesgo en la atención primaria, identificando a las personas con riesgo cardiovascular.
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    El doctor Javier Cabo es, además, Director de Gestión y Coordinador Médico-Quirúrgico de la Clínica Cardiológica Internacional, Catedrático de Ingeniería Biomédica en la Universidad Católica de Murcia, Catedrático de Investigación Biomédica en la Universidad Católica Nordestana, Miembro de BIONECA (Biomaterials and Advanced Physical Techniques for Regenerative Cardiology and Neurology), y Miembro de la Academia de Ciencias de New York.