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Apuestan por la detección y tratamiento precoz en pacientes con párkinson de eventuales dificultades para reconocer expresiones faciales en los demás
Mon, 17/09/2018
La investigación, de la doctora en Psicología y profesora de la UDIMA Laura Alonso Recio, logra el Premio Extraordinario de Doctorado por la UAM
Establecer en los programas de evaluación de los pacientes con párkinson pautas para la valoración específica de las habilidades de reconocimiento de expresiones faciales emocionales en otras personas es una de las recomendaciones de un trabajo científico dirigido por la doctora en Psicología y profesora del Departamento de Psicología y Salud de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA) Laura Alonso Recio.
Aunque es probable que este tipo de problemas no se encuentren en todos los pacientes de párkinson, en los casos en los que sí aparecen abren la posibilidad de diseñar y llevar a cabo programas de intervención específicos que contribuyan a mejorar sus posibilidades de relación socioemocional y por tanto, su vida cotidiana, sostiene esta investigación.
La tesis doctoral ‘Reconocimiento de expresiones faciales y funcionamiento ejecutivo en pacientes con enfermedad de Parkinson’, que ha obtenido el Premio Extraordinario de Doctorado de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), tras su defensa en 2013, ha supuesto un nuevo acercamiento al estudio de la capacidad de reconocimiento de expresiones faciales en estos pacientes, mediante el estudio de su relación con el estado cognitivo. El impacto y repercusión que ha tenido dicha tesis, con un total de seis artículos publicados en revistas de alto impacto, explican el logro de dicho premio.
El problema que presentan los pacientes con párkinson para reconocer las expresiones faciales en el rostro de otras personas, lo que les dificulta a la hora de valorar con precisión qué emoción desprenden en cada caso y ocasión, supone un serio hándicap en el marco de sus relaciones sociales con los demás.
El párkinson ha sido caracterizado desde su primera descripción formal en 1817 por James Parkinson, como una enfermedad eminentemente motora. Entre los síntomas que se han descrito se encuentran el temblor, la rigidez muscular, la bradicinesia y las alteraciones posturales. A nivel cerebral, lo que ocurre en estos pacientes, y que explica la aparición de estos síntomas, es una disminución de neuronas dopaminérgicas en la sustancia negra.
El diagnóstico se realiza atendiendo fundamentalmente a la presencia de esta sintomatología, pero el problema es que cuando se manifiestan los síntomas motores, alrededor del 60% de las neuronas dopaminérgicas ya han desaparecido, lo que provoca que el diagnóstico sea muy tardío respecto al comienzo de la enfermedad y que se retrase mucho el tratamiento.
Teniendo en cuenta esto, en los últimos años se está prestando especial atención a otros síntomas no motores que también se presentan con frecuencia entre los pacientes y que aparecen incluso antes que los síntomas motores, lo que los convierte en posibles indicadores tempranos de la enfermedad pudiendo ayudar en el diagnóstico de la misma en etapas más precoces. Entre estos síntomas se encuentran los trastornos cognitivos y los trastornos emocionales.
Respecto al deterioro cognitivo, éste se caracteriza por ser muy variable de unos individuos a otros, pudiendo encontrar tanto pacientes con un estado cognitivo normal como pacientes con demencia. Entre medias, hay un grupo de pacientes con deterioros cognitivos leves, es decir, deterioros que no alcanzar a interferir con el funcionamiento normal en la vida diaria. Este deterioro cognitivo leve es también muy variado.
De hecho, dos de los estudios que conformaron la investigación de la doctora Alonso concluyeron la existencia de varios perfiles de deterioro cognitivo en pacientes con enfermedad de Parkinson en función del proceso cognitivo que se viese afectado (memoria, función ejecutiva, etc.).
En relación al deterioro emocional, la enfermedad de Parkinson también se caracteriza por la presencia de un conjunto de alteraciones emocionales que tienen una gran repercusión en la calidad de vida de los pacientes. Una de las que más atención ha recibido en las últimas décadas es la capacidad de reconocimiento de expresiones faciales, es decir, la capacidad para reconocer la emoción que los demás nos transmiten a través de su rostro.
No obstante, la investigación no es unánime al señalar si existen o no alteraciones entre los pacientes con enfermedad de Parkinson en dicha capacidad. En este sentido, se han encontrado estudios que apoya la existencia de un deterioro generalizado en el reconocimiento emocional; estudios que sostienen que se encuentran deficiencias, pero sólo con determinadas emociones; y, por último, estudios que encuentran un rendimiento similar al de la población no afectada.
Entre las causas que se han planteado para explicar esta discrepancia de resultados se encuentra el hecho de que el rendimiento en el reconocimiento de expresiones faciales se vea afectado por el deterioro de los procesos cognitivos antes referidos. En este sentido, las tareas que se emplean habitualmente para reconocer las expresiones faciales emocionales requieren la puesta en marcha de mecanismos, no solo de reconocimiento emocional, sino también cognitivos, sobretodo de funcionamiento ejecutivo.
Entre los procesos que normalmente operan en estas tareas se encuentra la categorización, la memoria de trabajo o la atención. Es decir, cuando el profesional le pide a un paciente que elija, de entre un conjunto de etiquetas emocionales, cuál es la que mejor describe la emoción que expresa una persona a través de su rostro, no sólo debe ser capaz de reconocer dicha emoción, sino que también tiene que atender a los rasgos relevantes, acceder a su almacén de memoria en el que están guardadas las características asociadas con cada emoción, recordar las etiquetas verbales y categorizar la emoción.
De este modo, cuando un paciente rinde bajo en estas tareas, no puede saberse si es porque tiene problemas para reconocer las emociones per se o porque tiene alterados los procesos cognitivos necesarios para realizar la tarea. El resto de los estudios que conformaron la tesis doctoral fueron dirigidos, precisamente, a analizar la relación entre el deterioro en la capacidad para reconocer expresiones faciales y el estado cognitivo en pacientes con enfermedad de Parkinson.
En conjunto, los resultados mostraron alteraciones en el reconocimiento de expresiones faciales emocionales que no se explicaban únicamente por el deterioro cognitivo. Dicho de otro modo, parecía que el deterioro en el reconocimiento de las expresiones faciales se debía a dificultades en el reconocimiento del afecto y, por lo tanto, no era secundario al deterioro cognitivo.
La determinación de las dificultades reales de los pacientes con enfermedad de Parkinson para reconocer emociones en el rostro resulta relevante también desde un punto de vista clínico-aplicado, en opinión de la doctora Alonso. En este sentido, los resultados de estos estudios sugieren la conveniencia de incluir, dentro de los programas de evaluación de la enfermedad de Parkinson, alguna pauta para la valoración específica de las habilidades de reconocimiento de expresiones faciales emocionales por parte de los pacientes.
Aunque es probable que estos problemas no se encuentren en todos ellos, en los casos en los que aparecen abren la posibilidad de diseñar y llevar a cabo programas de intervención específicos que contribuyan a mejorar sus posibilidades de relación socioemocional y por tanto, su vida cotidiana, sostiene la investigadora.