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A Dios pintando y los jesuitas con el mazo dando
Mon, 20/06/2022
La popular expresión, lejos de la autora de estos apuntes por simplificar lo que fue la relación de la Compañía de Jesús con el arte sacro de su tiempo, nos permite poner de relieve que el artista no siempre gozó de la libertad de creación que cabría suponer. Paradigmático es el enfrentamiento, se diría que a voces que aún llegan hasta la actualidad, entre el Papa Julio II y Miguel Ángel por cómo afrontar los contenidos de la Capilla Sixtina.
Por Andrea Uyá
En la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA, se celebró una de las dos jornadas previstas por esta universidad y la UAM para ahondar en la huella que la compañía de Jesús, durante los siglos XVI y XVII, dejaría en la historiografía como parte práctica de su devoción y culto. El seminario: “Los jesuitas y las artes: coadjutores, padres, artífices” reunió a algunos de los principales especialistas en la materia, coordinados por la profesora de la UDIMA, Sara Fuentes Lázaro y de la UAM Juan Luis González, ambos historiadores del arte de estas universidades.
De cuán compleja era la relación entre los jesuitas y los artistas da fe Giovanni Paolo Oliva, general de la compañía de Jesús durante el s. XVII, quien afirma que “la poesía con las plumas y la pintura con los pinceles se suman a la blasfemia de los simulacros esculpidos y los cuerpos dibujados”. De este modo, Oliva tachaba de “impropios” algunos retratos que la corriente renacentista realizaba sobre figuras de la tradición cristiana, como nos recordó en su exposición Macarena Moralejo Ortega, historiadora del arte y docente en la Universidad de Valladolid (UVA).
Moralejo Ortega se centraba en las pautas que Oliva y otros religiosos habían recogido en diferentes escritos con la intención de enseñar, de forma adecuada, cómo ilustrar a las figuras de culto. Lo que hoy llamaríamos una simbiosis entre la censura previa y un tutorial, como encontramos muchos en la Red de casi cualquier cosa.
Estas normas se convertirían en la base de ilustración jesuítica de la época. Además, entre estos escritores destacaba Carlo Gregorio Rosignoli, otro jesuita y predicador italiano, que redactó las biografías de las primeras mujeres de la compañía y otros textos guía para las recientes comunidades femeninas.
Situándonos en la Edad Moderna, y las corrientes artísticas de aquel momento, así como la influencia que la pintura tenía en las representaciones iconográficas, se exponían los diferentes aportes que los jesuitas habían ofrecido a través de su fe. Sobre todo, a través de grabados, imágenes e incluso objetos que utilizaban para fomentar el culto cristiano.
Eneko Ortega Mentxaka, del departamento de Historia y Arte de la Universidad del País Vasco (UPV), compartió la intención de los jesuitas de fomentar el culto de San Ignacio de Loyola durante el s. XVII. A día de hoy, un millennial entendería que a los santos también se les podría convertir en influencers, y, de algún modo, salvadas las distancias, eso pretendían hacer los jesuitas con su Santo.
Esto sería posible para la compañía de Jesús con los programas visuales, lo que serían nuestras campañas publicitarias actuales, que con imágenes y grabados por toda Roma recordarían al santo en lugares de importancia, relacionados con su figura.
El arte jesuítico de San Ignacio de Loyola ilustraría al santo iluminado por la luz celestial, una tendencia que hallaría su origen en Andrea Porzo, pintor jesuita, al que Eneko citaría nada más introducir su trabajo: “La luz proviene de Dios y San Ignacio es un instrumento para la propagación de dicho resplandor”.
Por su parte, María Escardiel González Estévez, docente en el departamento de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla (US), habló sobre la circulación de imágenes y objetos jesuitas. “El arte moldeó las ideas religiosas de la época”, decía. Esta circulación se centraba en regiones como Méjico, Chile o Brasil, teniendo en cuenta, especialmente, dos figuras del cristianismo: los Siete Arcángeles o la Madonna de San Lucas.
Lo mismo haría Luisa Elena Alcalá Donegani, compañera en la UAM de Juan Luis González y licenciada también en Historia del Arte, al presentar su libro: “Arte y localización de un culto global. La Virgen de Loreto en Méjico”. Hablando de la influencia del arte jesuítico en Méjico y con la Virgen de Loreto como protagonista, según sus propias palabras: habría intentado aportar más información de la que ofrecen las crónicas marianas o los textos geográficos. Para ella se trataba de “un viaje en el que se descubriría si estos cultos habían conseguido arraigarse a la distancia o aún mantenían una relación con sus lugares de origen.”
En definitiva, fue un evento en el que se profundizó, histórica y, sobre todo, gráficamente, en las herramientas con las que los jesuitas intentaron expandir el sentido y la palabra de lo que ellos consideraban las bases de su fe cristiana.