La universidad del Grupo CEF.- UDIMA reunió a diversos expertos en psicología y migración en el Foro de Psicología Fronteras de la Vulnerabilidad, celebrado en el Espacio Loop21 del centro de Madrid. Organizado en colaboración con la Fundación Psicólogos Sin Fronteras, la cita brindó un espacio para psicólogos colegiados y especialistas donde analizar cómo la migración y el trauma psicológico configuran experiencias de vulnerabilidad en las personas. Una realidad que se ha incrementado en los últimos años y "que va a llegar a consulta", aseguraban los expertos.
Redacción CEF.- UDIMA
La jornada se inauguró de la mano de la decana de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Salud de UDIMA, Eva Izquierdo, y contó con la participación de profesoras de psicología de UDIMA, así como profesionales vinculados al tratamiento psicológico de personas migrantes y refugiadas.
El acto sembró el debate sobre la ayuda psicológica y los derechos humanos en dos mesas redondas, y entregó a UNRWA España la primera edición del Premio Fundación Psicología Sin Fronteras en la categoría de Excelencia en Psicología y Solidaridad (que recogió Raquel Martín, su delegada). También contó con la intervención del rector de UDIMA, Eugenio Lanzadera, en la clausura del acto.
La primera mesa, Impacto psicosocial de la migración: vulnerabilidad, identidad y reconstrucción, contó con tres expertas para abordar estos tres efectos sobre las personas migrantes. Marisol Giménez (coordinadora del área de Migración Saludable de Fundación Psicología sin Fronteras) se centró en el abordaje psicológico que ofrece la fundación (desde el área de Migración Saludable) para ayudar a los migrantes a superar los llamados 7 duelos migratorios que pueden llegar a afrontan en su difícil situación (según Joseba Achotegui, psiquiatra español que describió el síndrome de Ulises en 2002.).
La psicóloga trasladó cómo tratan de identificar ese duelo y desarrollar el tratamiento adecuado para cada persona. A menudo "es difícil abarcar todo", son situaciones "multifactoriales", matizaba. A través de diversos talleres buscan dotar de herramientas psicológicas a estas personas, para que puedan "manejar la ansiedad, identificar los psico-duelos, normalizarlos, fomentar la integración a la nueva cultura, y evitar el duelo patológico" (en caso de no elaborarlo bien: el síndrome de Ulises), explicaba Giménez.
Ante todo su labor es determinar las herramientas que tiene el ser humano para elaborar esos duelos, y aportar "acompañamiento psicológico y ventilación emocional". Algo fundamental en lugares como los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros), que funcionan casi como una cárcel, y donde el mero hecho de que un profesional psicológico se acerque a escucharlos en su difícil tesitura, "ya genera una gran diferencia para estas personas". "La Fundación Psicólogos sin Fronteras es la única que va a estos lugares a proveer exclusivamente salud mental", defendió.
Gabriela L. Frías, psicóloga e integrante del Grupo de Trabajo sobre Migraciones, Asilo y Refugio del Colegio de Psicología de Cataluña, retomó la mesa de debate con su enfoque sobre uno de esos siete duelos: el duelo por la identidad profesional. Frías recordó que la migración siempre ha estado presente en la historia, y que "todos podemos ser un día migrantes".
Tras un ejercicio con el público para detectar los estereotipos sobre el concepto migración, (que ella prefiere denominar movimiento migratorio), la psicóloga procedente de Bolivia aclaró por qué "no todos migramos en las mismas condiciones". Hay migraciones voluntarias, laborales, románticas o forzadas, pero incluso en estas últimas no todas pueden calificarse como "por refugio o persecución".
Además de la edad, el género, la duración y extensión (nacional o internacional) de ese movimiento, hay que tener en cuenta elementos como el contexto (familiar o no) en que se produce, así como la situación de vulnerabilidad, estresores, duelo y acompañamiento con los que lo afronta la persona. Pero, a partir de ahí, en verdad sólo cabe una reflexión, que trasladó Frías:
"La elección profesional va atada a una serie de proyectos de vida y expectativas, tiene una dimensión subjetiva y otra social, y esta se ve muy influenciada en por qué decidimos una profesión: qué vemos a futuro, qué queremos". Todo ello se ve profundamente afectado cuando se afronta una migración forzosa, donde es crucial convalidar y regular la situación en el país de destino para poder ejercer la profesión en las mejores condiciones posibles.
Algo que se agrava en el caso de los desplazamientos de quienes huyen de la violencia. Esa escena es la que afrontan desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), donde ejerce María Ángeles Crespo en su Servicio de Atención Psicológica. Ella está especializada en los programas de atención de personas y familias que solicitan la protección internacional, así como refugiadas y migrantes en situación de vulnerabilidad.
Durante su exposición trasladó qué personas se encuentran: "La mayor arte ha sufrido violación de derechos humanos, pérdidas materiales y humanas". Todas deben hacer frente a su duelo particular, pero "la pérdida del estatus social y profesional es la que quiebra la identidad de la persona. Obliga a preguntarse ¿quién soy en esta nueva sociedad de acogida?", desgranaba Crespo.
Mientras tratan de responder a esa cuestión vital, además deben adaptarse al proceso de solicitud de protección y acogida, que la psicóloga del CEAR califica como "complejo, emocional, largo, tedioso, duro… traumatizante", pues supone revivir aquello de lo que se huye y las emociones asociadas a ese recuerdo (horror, culpa, vergüenza).
Obtener ese título de refugiado no es sólo su vía para estabilizar su situación y garantizar su seguridad, abundaba Crespo, sino que también responde a su necesidad de "buscar justicia, restituir el daño y validar lo vivido". Es un importante "elemento terapéutico" a nivel psicológico, y que, sin embargo, se suele alargar en procedimientos con alegaciones, terminando en el 90% de los casos en denegación.
Su objetivo en CEAR es que estas personas "un mínimo de seguridad interna frente a la inseguridad externa", y contemplar todos sus mecanismos supervivencia y de hacer frente al dolor que afrontan desde tantas vertientes. Se trata, en suma, de ver a la persona como superviviente, y no como víctima: reconocer su dolor vivido y "validar sus recursos personales, trayectoria y lucha personal y social".
"Si tenemos claros todos los sucesos psicosociales de la persona migrante, tenemos que poner en marcha soluciones encaminadas a que la persona sienta que tiene el control de su vida, y toma decisiones frente a la indefensión y la incertidumbre", reflexionaba Crespo.
Huir de la guerra o sufrir la violación de derechos fundamentales son sucesos traumáticos, pero no necesariamente equivalen a un trauma. Según Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica y Premios Euskadi de Investigación (2017), el trauma depende de la respuesta de la persona a un acontecimiento traumático, como maltrato o violencia intencional. La intensidad del suceso y las "psicopatologías previas o la personalidad vulnerable" son factores determinantes.
Entre el 30-50% de las personas puede experimentar trauma, y sus efectos incluyen humillación, indefensión y una visión destructiva de sí mismos y de los demás, "algo que quiebra un aspecto tan importante como la socialización entre seres humanos". El trauma complejo es una variante más intensa, provocada por situaciones extremas o prolongadas, y tiene síntomas como dificultad emocional, autoestima baja, y problemas para mantener relaciones cercanas.
El tratamiento para el trauma complejo es más intensivo que el de un TEPT normal, pero no existe un tratamiento específico. La elección de las técnicas, como la Terapia de Exposición Prolongada o EMDR, depende de la respuesta del paciente y la habilidad del terapeuta. "El problema del trauma es un problema complejo, pero que hoy en día podemos abordar con tratamientos efectivos".
Por su parte, la psiquiatra y presidenta de la Asociación EMDR España, Anabel González, centró su intervención en el trauma psicológico en migrantes y refugiados, señalando que el TEPT no es su única consecuencia. Aunque advierte que "quizás se nos ha ido un poco de las manos" el concepto de trauma, destacó la importancia de entender la vulnerabilidad y los mecanismos que se activan tanto para sobrevivir como para sanar.
La capacidad de mostrarse vulnerable es clave en el tratamiento, pero "si tenemos el miedo en el cuerpo, la posibilidad se queda rota". Factores como tener un propósito, seguridad personal y capacidad de influir en el entorno fortalecen la resiliencia. Sin embargo, aspectos como la edad, el abuso interpersonal o la repetición de traumas aumentan el riesgo de desarrollar TEPT.
Entre los más vulnerables están niños, personas con apego desorganizado, dependientes, y quienes han sufrido experiencias extremas, como migrantes o víctimas de trata. "Los que se caen por las rendijas del sistema", apuntó González.
Destacó también la necesidad de identificar no solo síntomas postraumáticos, sino también disociativos, que muchas veces pasan desapercibidos. "La disociación no está hecha para que el terapeuta se entere… sino para que el paciente se evada". Por ello, los tratamientos deben adaptarse especialmente en casos de TEPT complejo y con disociación grave de la realidad.
La universidad del Grupo CEF.- UDIMA reunió a diversos expertos en psicología y migración en el Foro de Psicología Fronteras de la Vulnerabilidad, celebrado en el Espacio Loop21 del centro de Madrid. Organizado en colaboración con la Fundación Psicólogos Sin Fronteras, la cita brindó un espacio para psicólogos colegiados y especialistas donde analizar cómo la migración y el trauma psicológico configuran experiencias de vulnerabilidad en las personas. Una realidad que se ha incrementado en los últimos años y "que va a llegar a consulta", aseguraban los expertos.
Redacción CEF.- UDIMA
La jornada se inauguró de la mano de la decana de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Salud de UDIMA, Eva Izquierdo, y contó con la participación de profesoras de psicología de UDIMA, así como profesionales vinculados al tratamiento psicológico de personas migrantes y refugiadas.
El acto sembró el debate sobre la ayuda psicológica y los derechos humanos en dos mesas redondas, y entregó a UNRWA España la primera edición del Premio Fundación Psicología Sin Fronteras en la categoría de Excelencia en Psicología y Solidaridad (que recogió Raquel Martín, su delegada). También contó con la intervención del rector de UDIMA, Eugenio Lanzadera, en la clausura del acto.
La primera mesa, Impacto psicosocial de la migración: vulnerabilidad, identidad y reconstrucción, contó con tres expertas para abordar estos tres efectos sobre las personas migrantes. Marisol Giménez (coordinadora del área de Migración Saludable de Fundación Psicología sin Fronteras) se centró en el abordaje psicológico que ofrece la fundación (desde el área de Migración Saludable) para ayudar a los migrantes a superar los llamados 7 duelos migratorios que pueden llegar a afrontan en su difícil situación (según Joseba Achotegui, psiquiatra español que describió el síndrome de Ulises en 2002.).
La psicóloga trasladó cómo tratan de identificar ese duelo y desarrollar el tratamiento adecuado para cada persona. A menudo "es difícil abarcar todo", son situaciones "multifactoriales", matizaba. A través de diversos talleres buscan dotar de herramientas psicológicas a estas personas, para que puedan "manejar la ansiedad, identificar los psico-duelos, normalizarlos, fomentar la integración a la nueva cultura, y evitar el duelo patológico" (en caso de no elaborarlo bien: el síndrome de Ulises), explicaba Giménez.
Ante todo su labor es determinar las herramientas que tiene el ser humano para elaborar esos duelos, y aportar "acompañamiento psicológico y ventilación emocional". Algo fundamental en lugares como los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros), que funcionan casi como una cárcel, y donde el mero hecho de que un profesional psicológico se acerque a escucharlos en su difícil tesitura, "ya genera una gran diferencia para estas personas". "La Fundación Psicólogos sin Fronteras es la única que va a estos lugares a proveer exclusivamente salud mental", defendió.
Gabriela L. Frías, psicóloga e integrante del Grupo de Trabajo sobre Migraciones, Asilo y Refugio del Colegio de Psicología de Cataluña, retomó la mesa de debate con su enfoque sobre uno de esos siete duelos: el duelo por la identidad profesional. Frías recordó que la migración siempre ha estado presente en la historia, y que "todos podemos ser un día migrantes".
Tras un ejercicio con el público para detectar los estereotipos sobre el concepto migración, (que ella prefiere denominar movimiento migratorio), la psicóloga procedente de Bolivia aclaró por qué "no todos migramos en las mismas condiciones". Hay migraciones voluntarias, laborales, románticas o forzadas, pero incluso en estas últimas no todas pueden calificarse como "por refugio o persecución".
Además de la edad, el género, la duración y extensión (nacional o internacional) de ese movimiento, hay que tener en cuenta elementos como el contexto (familiar o no) en que se produce, así como la situación de vulnerabilidad, estresores, duelo y acompañamiento con los que lo afronta la persona. Pero, a partir de ahí, en verdad sólo cabe una reflexión, que trasladó Frías:
"La elección profesional va atada a una serie de proyectos de vida y expectativas, tiene una dimensión subjetiva y otra social, y esta se ve muy influenciada en por qué decidimos una profesión: qué vemos a futuro, qué queremos". Todo ello se ve profundamente afectado cuando se afronta una migración forzosa, donde es crucial convalidar y regular la situación en el país de destino para poder ejercer la profesión en las mejores condiciones posibles.
Algo que se agrava en el caso de los desplazamientos de quienes huyen de la violencia. Esa escena es la que afrontan desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), donde ejerce María Ángeles Crespo en su Servicio de Atención Psicológica. Ella está especializada en los programas de atención de personas y familias que solicitan la protección internacional, así como refugiadas y migrantes en situación de vulnerabilidad.
Durante su exposición trasladó qué personas se encuentran: "La mayor arte ha sufrido violación de derechos humanos, pérdidas materiales y humanas". Todas deben hacer frente a su duelo particular, pero "la pérdida del estatus social y profesional es la que quiebra la identidad de la persona. Obliga a preguntarse ¿quién soy en esta nueva sociedad de acogida?", desgranaba Crespo.
Mientras tratan de responder a esa cuestión vital, además deben adaptarse al proceso de solicitud de protección y acogida, que la psicóloga del CEAR califica como "complejo, emocional, largo, tedioso, duro… traumatizante", pues supone revivir aquello de lo que se huye y las emociones asociadas a ese recuerdo (horror, culpa, vergüenza).
Obtener ese título de refugiado no es sólo su vía para estabilizar su situación y garantizar su seguridad, abundaba Crespo, sino que también responde a su necesidad de "buscar justicia, restituir el daño y validar lo vivido". Es un importante "elemento terapéutico" a nivel psicológico, y que, sin embargo, se suele alargar en procedimientos con alegaciones, terminando en el 90% de los casos en denegación.
Su objetivo en CEAR es que estas personas "un mínimo de seguridad interna frente a la inseguridad externa", y contemplar todos sus mecanismos supervivencia y de hacer frente al dolor que afrontan desde tantas vertientes. Se trata, en suma, de ver a la persona como superviviente, y no como víctima: reconocer su dolor vivido y "validar sus recursos personales, trayectoria y lucha personal y social".
"Si tenemos claros todos los sucesos psicosociales de la persona migrante, tenemos que poner en marcha soluciones encaminadas a que la persona sienta que tiene el control de su vida, y toma decisiones frente a la indefensión y la incertidumbre", reflexionaba Crespo.
Huir de la guerra o sufrir la violación de derechos fundamentales son sucesos traumáticos, pero no necesariamente equivalen a un trauma. Según Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica y Premios Euskadi de Investigación (2017), el trauma depende de la respuesta de la persona a un acontecimiento traumático, como maltrato o violencia intencional. La intensidad del suceso y las "psicopatologías previas o la personalidad vulnerable" son factores determinantes.
Entre el 30-50% de las personas puede experimentar trauma, y sus efectos incluyen humillación, indefensión y una visión destructiva de sí mismos y de los demás, "algo que quiebra un aspecto tan importante como la socialización entre seres humanos". El trauma complejo es una variante más intensa, provocada por situaciones extremas o prolongadas, y tiene síntomas como dificultad emocional, autoestima baja, y problemas para mantener relaciones cercanas.
El tratamiento para el trauma complejo es más intensivo que el de un TEPT normal, pero no existe un tratamiento específico. La elección de las técnicas, como la Terapia de Exposición Prolongada o EMDR, depende de la respuesta del paciente y la habilidad del terapeuta. "El problema del trauma es un problema complejo, pero que hoy en día podemos abordar con tratamientos efectivos".
Por su parte, la psiquiatra y presidenta de la Asociación EMDR España, Anabel González, centró su intervención en el trauma psicológico en migrantes y refugiados, señalando que el TEPT no es su única consecuencia. Aunque advierte que "quizás se nos ha ido un poco de las manos" el concepto de trauma, destacó la importancia de entender la vulnerabilidad y los mecanismos que se activan tanto para sobrevivir como para sanar.
La capacidad de mostrarse vulnerable es clave en el tratamiento, pero "si tenemos el miedo en el cuerpo, la posibilidad se queda rota". Factores como tener un propósito, seguridad personal y capacidad de influir en el entorno fortalecen la resiliencia. Sin embargo, aspectos como la edad, el abuso interpersonal o la repetición de traumas aumentan el riesgo de desarrollar TEPT.
Entre los más vulnerables están niños, personas con apego desorganizado, dependientes, y quienes han sufrido experiencias extremas, como migrantes o víctimas de trata. "Los que se caen por las rendijas del sistema", apuntó González.
Destacó también la necesidad de identificar no solo síntomas postraumáticos, sino también disociativos, que muchas veces pasan desapercibidos. "La disociación no está hecha para que el terapeuta se entere… sino para que el paciente se evada". Por ello, los tratamientos deben adaptarse especialmente en casos de TEPT complejo y con disociación grave de la realidad.
La universidad del Grupo CEF.- UDIMA reunió a diversos expertos en psicología y migración en el Foro de Psicología Fronteras de la Vulnerabilidad, celebrado en el Espacio Loop21 del centro de Madrid. Organizado en colaboración con la Fundación Psicólogos Sin Fronteras, la cita brindó un espacio para psicólogos colegiados y especialistas donde analizar cómo la migración y el trauma psicológico configuran experiencias de vulnerabilidad en las personas. Una realidad que se ha incrementado en los últimos años y "que va a llegar a consulta", aseguraban los expertos.
Redacción CEF.- UDIMA
La jornada se inauguró de la mano de la decana de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Salud de UDIMA, Eva Izquierdo, y contó con la participación de profesoras de psicología de UDIMA, así como profesionales vinculados al tratamiento psicológico de personas migrantes y refugiadas.
El acto sembró el debate sobre la ayuda psicológica y los derechos humanos en dos mesas redondas, y entregó a UNRWA España la primera edición del Premio Fundación Psicología Sin Fronteras en la categoría de Excelencia en Psicología y Solidaridad (que recogió Raquel Martín, su delegada). También contó con la intervención del rector de UDIMA, Eugenio Lanzadera, en la clausura del acto.
La primera mesa, Impacto psicosocial de la migración: vulnerabilidad, identidad y reconstrucción, contó con tres expertas para abordar estos tres efectos sobre las personas migrantes. Marisol Giménez (coordinadora del área de Migración Saludable de Fundación Psicología sin Fronteras) se centró en el abordaje psicológico que ofrece la fundación (desde el área de Migración Saludable) para ayudar a los migrantes a superar los llamados 7 duelos migratorios que pueden llegar a afrontan en su difícil situación (según Joseba Achotegui, psiquiatra español que describió el síndrome de Ulises en 2002.).
La psicóloga trasladó cómo tratan de identificar ese duelo y desarrollar el tratamiento adecuado para cada persona. A menudo "es difícil abarcar todo", son situaciones "multifactoriales", matizaba. A través de diversos talleres buscan dotar de herramientas psicológicas a estas personas, para que puedan "manejar la ansiedad, identificar los psico-duelos, normalizarlos, fomentar la integración a la nueva cultura, y evitar el duelo patológico" (en caso de no elaborarlo bien: el síndrome de Ulises), explicaba Giménez.
Ante todo su labor es determinar las herramientas que tiene el ser humano para elaborar esos duelos, y aportar "acompañamiento psicológico y ventilación emocional". Algo fundamental en lugares como los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros), que funcionan casi como una cárcel, y donde el mero hecho de que un profesional psicológico se acerque a escucharlos en su difícil tesitura, "ya genera una gran diferencia para estas personas". "La Fundación Psicólogos sin Fronteras es la única que va a estos lugares a proveer exclusivamente salud mental", defendió.
Gabriela L. Frías, psicóloga e integrante del Grupo de Trabajo sobre Migraciones, Asilo y Refugio del Colegio de Psicología de Cataluña, retomó la mesa de debate con su enfoque sobre uno de esos siete duelos: el duelo por la identidad profesional. Frías recordó que la migración siempre ha estado presente en la historia, y que "todos podemos ser un día migrantes".
Tras un ejercicio con el público para detectar los estereotipos sobre el concepto migración, (que ella prefiere denominar movimiento migratorio), la psicóloga procedente de Bolivia aclaró por qué "no todos migramos en las mismas condiciones". Hay migraciones voluntarias, laborales, románticas o forzadas, pero incluso en estas últimas no todas pueden calificarse como "por refugio o persecución".
Además de la edad, el género, la duración y extensión (nacional o internacional) de ese movimiento, hay que tener en cuenta elementos como el contexto (familiar o no) en que se produce, así como la situación de vulnerabilidad, estresores, duelo y acompañamiento con los que lo afronta la persona. Pero, a partir de ahí, en verdad sólo cabe una reflexión, que trasladó Frías:
"La elección profesional va atada a una serie de proyectos de vida y expectativas, tiene una dimensión subjetiva y otra social, y esta se ve muy influenciada en por qué decidimos una profesión: qué vemos a futuro, qué queremos". Todo ello se ve profundamente afectado cuando se afronta una migración forzosa, donde es crucial convalidar y regular la situación en el país de destino para poder ejercer la profesión en las mejores condiciones posibles.
Algo que se agrava en el caso de los desplazamientos de quienes huyen de la violencia. Esa escena es la que afrontan desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), donde ejerce María Ángeles Crespo en su Servicio de Atención Psicológica. Ella está especializada en los programas de atención de personas y familias que solicitan la protección internacional, así como refugiadas y migrantes en situación de vulnerabilidad.
Durante su exposición trasladó qué personas se encuentran: "La mayor arte ha sufrido violación de derechos humanos, pérdidas materiales y humanas". Todas deben hacer frente a su duelo particular, pero "la pérdida del estatus social y profesional es la que quiebra la identidad de la persona. Obliga a preguntarse ¿quién soy en esta nueva sociedad de acogida?", desgranaba Crespo.
Mientras tratan de responder a esa cuestión vital, además deben adaptarse al proceso de solicitud de protección y acogida, que la psicóloga del CEAR califica como "complejo, emocional, largo, tedioso, duro… traumatizante", pues supone revivir aquello de lo que se huye y las emociones asociadas a ese recuerdo (horror, culpa, vergüenza).
Obtener ese título de refugiado no es sólo su vía para estabilizar su situación y garantizar su seguridad, abundaba Crespo, sino que también responde a su necesidad de "buscar justicia, restituir el daño y validar lo vivido". Es un importante "elemento terapéutico" a nivel psicológico, y que, sin embargo, se suele alargar en procedimientos con alegaciones, terminando en el 90% de los casos en denegación.
Su objetivo en CEAR es que estas personas "un mínimo de seguridad interna frente a la inseguridad externa", y contemplar todos sus mecanismos supervivencia y de hacer frente al dolor que afrontan desde tantas vertientes. Se trata, en suma, de ver a la persona como superviviente, y no como víctima: reconocer su dolor vivido y "validar sus recursos personales, trayectoria y lucha personal y social".
"Si tenemos claros todos los sucesos psicosociales de la persona migrante, tenemos que poner en marcha soluciones encaminadas a que la persona sienta que tiene el control de su vida, y toma decisiones frente a la indefensión y la incertidumbre", reflexionaba Crespo.
Huir de la guerra o sufrir la violación de derechos fundamentales son sucesos traumáticos, pero no necesariamente equivalen a un trauma. Según Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica y Premios Euskadi de Investigación (2017), el trauma depende de la respuesta de la persona a un acontecimiento traumático, como maltrato o violencia intencional. La intensidad del suceso y las "psicopatologías previas o la personalidad vulnerable" son factores determinantes.
Entre el 30-50% de las personas puede experimentar trauma, y sus efectos incluyen humillación, indefensión y una visión destructiva de sí mismos y de los demás, "algo que quiebra un aspecto tan importante como la socialización entre seres humanos". El trauma complejo es una variante más intensa, provocada por situaciones extremas o prolongadas, y tiene síntomas como dificultad emocional, autoestima baja, y problemas para mantener relaciones cercanas.
El tratamiento para el trauma complejo es más intensivo que el de un TEPT normal, pero no existe un tratamiento específico. La elección de las técnicas, como la Terapia de Exposición Prolongada o EMDR, depende de la respuesta del paciente y la habilidad del terapeuta. "El problema del trauma es un problema complejo, pero que hoy en día podemos abordar con tratamientos efectivos".
Por su parte, la psiquiatra y presidenta de la Asociación EMDR España, Anabel González, centró su intervención en el trauma psicológico en migrantes y refugiados, señalando que el TEPT no es su única consecuencia. Aunque advierte que "quizás se nos ha ido un poco de las manos" el concepto de trauma, destacó la importancia de entender la vulnerabilidad y los mecanismos que se activan tanto para sobrevivir como para sanar.
La capacidad de mostrarse vulnerable es clave en el tratamiento, pero "si tenemos el miedo en el cuerpo, la posibilidad se queda rota". Factores como tener un propósito, seguridad personal y capacidad de influir en el entorno fortalecen la resiliencia. Sin embargo, aspectos como la edad, el abuso interpersonal o la repetición de traumas aumentan el riesgo de desarrollar TEPT.
Entre los más vulnerables están niños, personas con apego desorganizado, dependientes, y quienes han sufrido experiencias extremas, como migrantes o víctimas de trata. "Los que se caen por las rendijas del sistema", apuntó González.
Destacó también la necesidad de identificar no solo síntomas postraumáticos, sino también disociativos, que muchas veces pasan desapercibidos. "La disociación no está hecha para que el terapeuta se entere… sino para que el paciente se evada". Por ello, los tratamientos deben adaptarse especialmente en casos de TEPT complejo y con disociación grave de la realidad.
La universidad del Grupo CEF.- UDIMA reunió a diversos expertos en psicología y migración en el Foro de Psicología Fronteras de la Vulnerabilidad, celebrado en el Espacio Loop21 del centro de Madrid. Organizado en colaboración con la Fundación Psicólogos Sin Fronteras, la cita brindó un espacio para psicólogos colegiados y especialistas donde analizar cómo la migración y el trauma psicológico configuran experiencias de vulnerabilidad en las personas. Una realidad que se ha incrementado en los últimos años y "que va a llegar a consulta", aseguraban los expertos.
Redacción CEF.- UDIMA
La jornada se inauguró de la mano de la decana de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Salud de UDIMA, Eva Izquierdo, y contó con la participación de profesoras de psicología de UDIMA, así como profesionales vinculados al tratamiento psicológico de personas migrantes y refugiadas.
El acto sembró el debate sobre la ayuda psicológica y los derechos humanos en dos mesas redondas, y entregó a UNRWA España la primera edición del Premio Fundación Psicología Sin Fronteras en la categoría de Excelencia en Psicología y Solidaridad (que recogió Raquel Martín, su delegada). También contó con la intervención del rector de UDIMA, Eugenio Lanzadera, en la clausura del acto.
La primera mesa, Impacto psicosocial de la migración: vulnerabilidad, identidad y reconstrucción, contó con tres expertas para abordar estos tres efectos sobre las personas migrantes. Marisol Giménez (coordinadora del área de Migración Saludable de Fundación Psicología sin Fronteras) se centró en el abordaje psicológico que ofrece la fundación (desde el área de Migración Saludable) para ayudar a los migrantes a superar los llamados 7 duelos migratorios que pueden llegar a afrontan en su difícil situación (según Joseba Achotegui, psiquiatra español que describió el síndrome de Ulises en 2002.).
La psicóloga trasladó cómo tratan de identificar ese duelo y desarrollar el tratamiento adecuado para cada persona. A menudo "es difícil abarcar todo", son situaciones "multifactoriales", matizaba. A través de diversos talleres buscan dotar de herramientas psicológicas a estas personas, para que puedan "manejar la ansiedad, identificar los psico-duelos, normalizarlos, fomentar la integración a la nueva cultura, y evitar el duelo patológico" (en caso de no elaborarlo bien: el síndrome de Ulises), explicaba Giménez.
Ante todo su labor es determinar las herramientas que tiene el ser humano para elaborar esos duelos, y aportar "acompañamiento psicológico y ventilación emocional". Algo fundamental en lugares como los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros), que funcionan casi como una cárcel, y donde el mero hecho de que un profesional psicológico se acerque a escucharlos en su difícil tesitura, "ya genera una gran diferencia para estas personas". "La Fundación Psicólogos sin Fronteras es la única que va a estos lugares a proveer exclusivamente salud mental", defendió.
Gabriela L. Frías, psicóloga e integrante del Grupo de Trabajo sobre Migraciones, Asilo y Refugio del Colegio de Psicología de Cataluña, retomó la mesa de debate con su enfoque sobre uno de esos siete duelos: el duelo por la identidad profesional. Frías recordó que la migración siempre ha estado presente en la historia, y que "todos podemos ser un día migrantes".
Tras un ejercicio con el público para detectar los estereotipos sobre el concepto migración, (que ella prefiere denominar movimiento migratorio), la psicóloga procedente de Bolivia aclaró por qué "no todos migramos en las mismas condiciones". Hay migraciones voluntarias, laborales, románticas o forzadas, pero incluso en estas últimas no todas pueden calificarse como "por refugio o persecución".
Además de la edad, el género, la duración y extensión (nacional o internacional) de ese movimiento, hay que tener en cuenta elementos como el contexto (familiar o no) en que se produce, así como la situación de vulnerabilidad, estresores, duelo y acompañamiento con los que lo afronta la persona. Pero, a partir de ahí, en verdad sólo cabe una reflexión, que trasladó Frías:
"La elección profesional va atada a una serie de proyectos de vida y expectativas, tiene una dimensión subjetiva y otra social, y esta se ve muy influenciada en por qué decidimos una profesión: qué vemos a futuro, qué queremos". Todo ello se ve profundamente afectado cuando se afronta una migración forzosa, donde es crucial convalidar y regular la situación en el país de destino para poder ejercer la profesión en las mejores condiciones posibles.
Algo que se agrava en el caso de los desplazamientos de quienes huyen de la violencia. Esa escena es la que afrontan desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), donde ejerce María Ángeles Crespo en su Servicio de Atención Psicológica. Ella está especializada en los programas de atención de personas y familias que solicitan la protección internacional, así como refugiadas y migrantes en situación de vulnerabilidad.
Durante su exposición trasladó qué personas se encuentran: "La mayor arte ha sufrido violación de derechos humanos, pérdidas materiales y humanas". Todas deben hacer frente a su duelo particular, pero "la pérdida del estatus social y profesional es la que quiebra la identidad de la persona. Obliga a preguntarse ¿quién soy en esta nueva sociedad de acogida?", desgranaba Crespo.
Mientras tratan de responder a esa cuestión vital, además deben adaptarse al proceso de solicitud de protección y acogida, que la psicóloga del CEAR califica como "complejo, emocional, largo, tedioso, duro… traumatizante", pues supone revivir aquello de lo que se huye y las emociones asociadas a ese recuerdo (horror, culpa, vergüenza).
Obtener ese título de refugiado no es sólo su vía para estabilizar su situación y garantizar su seguridad, abundaba Crespo, sino que también responde a su necesidad de "buscar justicia, restituir el daño y validar lo vivido". Es un importante "elemento terapéutico" a nivel psicológico, y que, sin embargo, se suele alargar en procedimientos con alegaciones, terminando en el 90% de los casos en denegación.
Su objetivo en CEAR es que estas personas "un mínimo de seguridad interna frente a la inseguridad externa", y contemplar todos sus mecanismos supervivencia y de hacer frente al dolor que afrontan desde tantas vertientes. Se trata, en suma, de ver a la persona como superviviente, y no como víctima: reconocer su dolor vivido y "validar sus recursos personales, trayectoria y lucha personal y social".
"Si tenemos claros todos los sucesos psicosociales de la persona migrante, tenemos que poner en marcha soluciones encaminadas a que la persona sienta que tiene el control de su vida, y toma decisiones frente a la indefensión y la incertidumbre", reflexionaba Crespo.
Huir de la guerra o sufrir la violación de derechos fundamentales son sucesos traumáticos, pero no necesariamente equivalen a un trauma. Según Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica y Premios Euskadi de Investigación (2017), el trauma depende de la respuesta de la persona a un acontecimiento traumático, como maltrato o violencia intencional. La intensidad del suceso y las "psicopatologías previas o la personalidad vulnerable" son factores determinantes.
Entre el 30-50% de las personas puede experimentar trauma, y sus efectos incluyen humillación, indefensión y una visión destructiva de sí mismos y de los demás, "algo que quiebra un aspecto tan importante como la socialización entre seres humanos". El trauma complejo es una variante más intensa, provocada por situaciones extremas o prolongadas, y tiene síntomas como dificultad emocional, autoestima baja, y problemas para mantener relaciones cercanas.
El tratamiento para el trauma complejo es más intensivo que el de un TEPT normal, pero no existe un tratamiento específico. La elección de las técnicas, como la Terapia de Exposición Prolongada o EMDR, depende de la respuesta del paciente y la habilidad del terapeuta. "El problema del trauma es un problema complejo, pero que hoy en día podemos abordar con tratamientos efectivos".
Por su parte, la psiquiatra y presidenta de la Asociación EMDR España, Anabel González, centró su intervención en el trauma psicológico en migrantes y refugiados, señalando que el TEPT no es su única consecuencia. Aunque advierte que "quizás se nos ha ido un poco de las manos" el concepto de trauma, destacó la importancia de entender la vulnerabilidad y los mecanismos que se activan tanto para sobrevivir como para sanar.
La capacidad de mostrarse vulnerable es clave en el tratamiento, pero "si tenemos el miedo en el cuerpo, la posibilidad se queda rota". Factores como tener un propósito, seguridad personal y capacidad de influir en el entorno fortalecen la resiliencia. Sin embargo, aspectos como la edad, el abuso interpersonal o la repetición de traumas aumentan el riesgo de desarrollar TEPT.
Entre los más vulnerables están niños, personas con apego desorganizado, dependientes, y quienes han sufrido experiencias extremas, como migrantes o víctimas de trata. "Los que se caen por las rendijas del sistema", apuntó González.
Destacó también la necesidad de identificar no solo síntomas postraumáticos, sino también disociativos, que muchas veces pasan desapercibidos. "La disociación no está hecha para que el terapeuta se entere… sino para que el paciente se evada". Por ello, los tratamientos deben adaptarse especialmente en casos de TEPT complejo y con disociación grave de la realidad.
La universidad del Grupo CEF.- UDIMA reunió a diversos expertos en psicología y migración en el Foro de Psicología Fronteras de la Vulnerabilidad, celebrado en el Espacio Loop21 del centro de Madrid. Organizado en colaboración con la Fundación Psicólogos Sin Fronteras, la cita brindó un espacio para psicólogos colegiados y especialistas donde analizar cómo la migración y el trauma psicológico configuran experiencias de vulnerabilidad en las personas. Una realidad que se ha incrementado en los últimos años y "que va a llegar a consulta", aseguraban los expertos.
Redacción CEF.- UDIMA
La jornada se inauguró de la mano de la decana de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Salud de UDIMA, Eva Izquierdo, y contó con la participación de profesoras de psicología de UDIMA, así como profesionales vinculados al tratamiento psicológico de personas migrantes y refugiadas.
El acto sembró el debate sobre la ayuda psicológica y los derechos humanos en dos mesas redondas, y entregó a UNRWA España la primera edición del Premio Fundación Psicología Sin Fronteras en la categoría de Excelencia en Psicología y Solidaridad (que recogió Raquel Martín, su delegada). También contó con la intervención del rector de UDIMA, Eugenio Lanzadera, en la clausura del acto.
La primera mesa, Impacto psicosocial de la migración: vulnerabilidad, identidad y reconstrucción, contó con tres expertas para abordar estos tres efectos sobre las personas migrantes. Marisol Giménez (coordinadora del área de Migración Saludable de Fundación Psicología sin Fronteras) se centró en el abordaje psicológico que ofrece la fundación (desde el área de Migración Saludable) para ayudar a los migrantes a superar los llamados 7 duelos migratorios que pueden llegar a afrontan en su difícil situación (según Joseba Achotegui, psiquiatra español que describió el síndrome de Ulises en 2002.).
La psicóloga trasladó cómo tratan de identificar ese duelo y desarrollar el tratamiento adecuado para cada persona. A menudo "es difícil abarcar todo", son situaciones "multifactoriales", matizaba. A través de diversos talleres buscan dotar de herramientas psicológicas a estas personas, para que puedan "manejar la ansiedad, identificar los psico-duelos, normalizarlos, fomentar la integración a la nueva cultura, y evitar el duelo patológico" (en caso de no elaborarlo bien: el síndrome de Ulises), explicaba Giménez.
Ante todo su labor es determinar las herramientas que tiene el ser humano para elaborar esos duelos, y aportar "acompañamiento psicológico y ventilación emocional". Algo fundamental en lugares como los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros), que funcionan casi como una cárcel, y donde el mero hecho de que un profesional psicológico se acerque a escucharlos en su difícil tesitura, "ya genera una gran diferencia para estas personas". "La Fundación Psicólogos sin Fronteras es la única que va a estos lugares a proveer exclusivamente salud mental", defendió.
Gabriela L. Frías, psicóloga e integrante del Grupo de Trabajo sobre Migraciones, Asilo y Refugio del Colegio de Psicología de Cataluña, retomó la mesa de debate con su enfoque sobre uno de esos siete duelos: el duelo por la identidad profesional. Frías recordó que la migración siempre ha estado presente en la historia, y que "todos podemos ser un día migrantes".
Tras un ejercicio con el público para detectar los estereotipos sobre el concepto migración, (que ella prefiere denominar movimiento migratorio), la psicóloga procedente de Bolivia aclaró por qué "no todos migramos en las mismas condiciones". Hay migraciones voluntarias, laborales, románticas o forzadas, pero incluso en estas últimas no todas pueden calificarse como "por refugio o persecución".
Además de la edad, el género, la duración y extensión (nacional o internacional) de ese movimiento, hay que tener en cuenta elementos como el contexto (familiar o no) en que se produce, así como la situación de vulnerabilidad, estresores, duelo y acompañamiento con los que lo afronta la persona. Pero, a partir de ahí, en verdad sólo cabe una reflexión, que trasladó Frías:
"La elección profesional va atada a una serie de proyectos de vida y expectativas, tiene una dimensión subjetiva y otra social, y esta se ve muy influenciada en por qué decidimos una profesión: qué vemos a futuro, qué queremos". Todo ello se ve profundamente afectado cuando se afronta una migración forzosa, donde es crucial convalidar y regular la situación en el país de destino para poder ejercer la profesión en las mejores condiciones posibles.
Algo que se agrava en el caso de los desplazamientos de quienes huyen de la violencia. Esa escena es la que afrontan desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), donde ejerce María Ángeles Crespo en su Servicio de Atención Psicológica. Ella está especializada en los programas de atención de personas y familias que solicitan la protección internacional, así como refugiadas y migrantes en situación de vulnerabilidad.
Durante su exposición trasladó qué personas se encuentran: "La mayor arte ha sufrido violación de derechos humanos, pérdidas materiales y humanas". Todas deben hacer frente a su duelo particular, pero "la pérdida del estatus social y profesional es la que quiebra la identidad de la persona. Obliga a preguntarse ¿quién soy en esta nueva sociedad de acogida?", desgranaba Crespo.
Mientras tratan de responder a esa cuestión vital, además deben adaptarse al proceso de solicitud de protección y acogida, que la psicóloga del CEAR califica como "complejo, emocional, largo, tedioso, duro… traumatizante", pues supone revivir aquello de lo que se huye y las emociones asociadas a ese recuerdo (horror, culpa, vergüenza).
Obtener ese título de refugiado no es sólo su vía para estabilizar su situación y garantizar su seguridad, abundaba Crespo, sino que también responde a su necesidad de "buscar justicia, restituir el daño y validar lo vivido". Es un importante "elemento terapéutico" a nivel psicológico, y que, sin embargo, se suele alargar en procedimientos con alegaciones, terminando en el 90% de los casos en denegación.
Su objetivo en CEAR es que estas personas "un mínimo de seguridad interna frente a la inseguridad externa", y contemplar todos sus mecanismos supervivencia y de hacer frente al dolor que afrontan desde tantas vertientes. Se trata, en suma, de ver a la persona como superviviente, y no como víctima: reconocer su dolor vivido y "validar sus recursos personales, trayectoria y lucha personal y social".
"Si tenemos claros todos los sucesos psicosociales de la persona migrante, tenemos que poner en marcha soluciones encaminadas a que la persona sienta que tiene el control de su vida, y toma decisiones frente a la indefensión y la incertidumbre", reflexionaba Crespo.
Huir de la guerra o sufrir la violación de derechos fundamentales son sucesos traumáticos, pero no necesariamente equivalen a un trauma. Según Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica y Premios Euskadi de Investigación (2017), el trauma depende de la respuesta de la persona a un acontecimiento traumático, como maltrato o violencia intencional. La intensidad del suceso y las "psicopatologías previas o la personalidad vulnerable" son factores determinantes.
Entre el 30-50% de las personas puede experimentar trauma, y sus efectos incluyen humillación, indefensión y una visión destructiva de sí mismos y de los demás, "algo que quiebra un aspecto tan importante como la socialización entre seres humanos". El trauma complejo es una variante más intensa, provocada por situaciones extremas o prolongadas, y tiene síntomas como dificultad emocional, autoestima baja, y problemas para mantener relaciones cercanas.
El tratamiento para el trauma complejo es más intensivo que el de un TEPT normal, pero no existe un tratamiento específico. La elección de las técnicas, como la Terapia de Exposición Prolongada o EMDR, depende de la respuesta del paciente y la habilidad del terapeuta. "El problema del trauma es un problema complejo, pero que hoy en día podemos abordar con tratamientos efectivos".
Por su parte, la psiquiatra y presidenta de la Asociación EMDR España, Anabel González, centró su intervención en el trauma psicológico en migrantes y refugiados, señalando que el TEPT no es su única consecuencia. Aunque advierte que "quizás se nos ha ido un poco de las manos" el concepto de trauma, destacó la importancia de entender la vulnerabilidad y los mecanismos que se activan tanto para sobrevivir como para sanar.
La capacidad de mostrarse vulnerable es clave en el tratamiento, pero "si tenemos el miedo en el cuerpo, la posibilidad se queda rota". Factores como tener un propósito, seguridad personal y capacidad de influir en el entorno fortalecen la resiliencia. Sin embargo, aspectos como la edad, el abuso interpersonal o la repetición de traumas aumentan el riesgo de desarrollar TEPT.
Entre los más vulnerables están niños, personas con apego desorganizado, dependientes, y quienes han sufrido experiencias extremas, como migrantes o víctimas de trata. "Los que se caen por las rendijas del sistema", apuntó González.
Destacó también la necesidad de identificar no solo síntomas postraumáticos, sino también disociativos, que muchas veces pasan desapercibidos. "La disociación no está hecha para que el terapeuta se entere… sino para que el paciente se evada". Por ello, los tratamientos deben adaptarse especialmente en casos de TEPT complejo y con disociación grave de la realidad.
La universidad del Grupo CEF.- UDIMA reunió a diversos expertos en psicología y migración en el Foro de Psicología Fronteras de la Vulnerabilidad, celebrado en el Espacio Loop21 del centro de Madrid. Organizado en colaboración con la Fundación Psicólogos Sin Fronteras, la cita brindó un espacio para psicólogos colegiados y especialistas donde analizar cómo la migración y el trauma psicológico configuran experiencias de vulnerabilidad en las personas. Una realidad que se ha incrementado en los últimos años y "que va a llegar a consulta", aseguraban los expertos.
Redacción CEF.- UDIMA
La jornada se inauguró de la mano de la decana de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Salud de UDIMA, Eva Izquierdo, y contó con la participación de profesoras de psicología de UDIMA, así como profesionales vinculados al tratamiento psicológico de personas migrantes y refugiadas.
El acto sembró el debate sobre la ayuda psicológica y los derechos humanos en dos mesas redondas, y entregó a UNRWA España la primera edición del Premio Fundación Psicología Sin Fronteras en la categoría de Excelencia en Psicología y Solidaridad (que recogió Raquel Martín, su delegada). También contó con la intervención del rector de UDIMA, Eugenio Lanzadera, en la clausura del acto.
La primera mesa, Impacto psicosocial de la migración: vulnerabilidad, identidad y reconstrucción, contó con tres expertas para abordar estos tres efectos sobre las personas migrantes. Marisol Giménez (coordinadora del área de Migración Saludable de Fundación Psicología sin Fronteras) se centró en el abordaje psicológico que ofrece la fundación (desde el área de Migración Saludable) para ayudar a los migrantes a superar los llamados 7 duelos migratorios que pueden llegar a afrontan en su difícil situación (según Joseba Achotegui, psiquiatra español que describió el síndrome de Ulises en 2002.).
La psicóloga trasladó cómo tratan de identificar ese duelo y desarrollar el tratamiento adecuado para cada persona. A menudo "es difícil abarcar todo", son situaciones "multifactoriales", matizaba. A través de diversos talleres buscan dotar de herramientas psicológicas a estas personas, para que puedan "manejar la ansiedad, identificar los psico-duelos, normalizarlos, fomentar la integración a la nueva cultura, y evitar el duelo patológico" (en caso de no elaborarlo bien: el síndrome de Ulises), explicaba Giménez.
Ante todo su labor es determinar las herramientas que tiene el ser humano para elaborar esos duelos, y aportar "acompañamiento psicológico y ventilación emocional". Algo fundamental en lugares como los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros), que funcionan casi como una cárcel, y donde el mero hecho de que un profesional psicológico se acerque a escucharlos en su difícil tesitura, "ya genera una gran diferencia para estas personas". "La Fundación Psicólogos sin Fronteras es la única que va a estos lugares a proveer exclusivamente salud mental", defendió.
Gabriela L. Frías, psicóloga e integrante del Grupo de Trabajo sobre Migraciones, Asilo y Refugio del Colegio de Psicología de Cataluña, retomó la mesa de debate con su enfoque sobre uno de esos siete duelos: el duelo por la identidad profesional. Frías recordó que la migración siempre ha estado presente en la historia, y que "todos podemos ser un día migrantes".
Tras un ejercicio con el público para detectar los estereotipos sobre el concepto migración, (que ella prefiere denominar movimiento migratorio), la psicóloga procedente de Bolivia aclaró por qué "no todos migramos en las mismas condiciones". Hay migraciones voluntarias, laborales, románticas o forzadas, pero incluso en estas últimas no todas pueden calificarse como "por refugio o persecución".
Además de la edad, el género, la duración y extensión (nacional o internacional) de ese movimiento, hay que tener en cuenta elementos como el contexto (familiar o no) en que se produce, así como la situación de vulnerabilidad, estresores, duelo y acompañamiento con los que lo afronta la persona. Pero, a partir de ahí, en verdad sólo cabe una reflexión, que trasladó Frías:
"La elección profesional va atada a una serie de proyectos de vida y expectativas, tiene una dimensión subjetiva y otra social, y esta se ve muy influenciada en por qué decidimos una profesión: qué vemos a futuro, qué queremos". Todo ello se ve profundamente afectado cuando se afronta una migración forzosa, donde es crucial convalidar y regular la situación en el país de destino para poder ejercer la profesión en las mejores condiciones posibles.
Algo que se agrava en el caso de los desplazamientos de quienes huyen de la violencia. Esa escena es la que afrontan desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), donde ejerce María Ángeles Crespo en su Servicio de Atención Psicológica. Ella está especializada en los programas de atención de personas y familias que solicitan la protección internacional, así como refugiadas y migrantes en situación de vulnerabilidad.
Durante su exposición trasladó qué personas se encuentran: "La mayor arte ha sufrido violación de derechos humanos, pérdidas materiales y humanas". Todas deben hacer frente a su duelo particular, pero "la pérdida del estatus social y profesional es la que quiebra la identidad de la persona. Obliga a preguntarse ¿quién soy en esta nueva sociedad de acogida?", desgranaba Crespo.
Mientras tratan de responder a esa cuestión vital, además deben adaptarse al proceso de solicitud de protección y acogida, que la psicóloga del CEAR califica como "complejo, emocional, largo, tedioso, duro… traumatizante", pues supone revivir aquello de lo que se huye y las emociones asociadas a ese recuerdo (horror, culpa, vergüenza).
Obtener ese título de refugiado no es sólo su vía para estabilizar su situación y garantizar su seguridad, abundaba Crespo, sino que también responde a su necesidad de "buscar justicia, restituir el daño y validar lo vivido". Es un importante "elemento terapéutico" a nivel psicológico, y que, sin embargo, se suele alargar en procedimientos con alegaciones, terminando en el 90% de los casos en denegación.
Su objetivo en CEAR es que estas personas "un mínimo de seguridad interna frente a la inseguridad externa", y contemplar todos sus mecanismos supervivencia y de hacer frente al dolor que afrontan desde tantas vertientes. Se trata, en suma, de ver a la persona como superviviente, y no como víctima: reconocer su dolor vivido y "validar sus recursos personales, trayectoria y lucha personal y social".
"Si tenemos claros todos los sucesos psicosociales de la persona migrante, tenemos que poner en marcha soluciones encaminadas a que la persona sienta que tiene el control de su vida, y toma decisiones frente a la indefensión y la incertidumbre", reflexionaba Crespo.
Huir de la guerra o sufrir la violación de derechos fundamentales son sucesos traumáticos, pero no necesariamente equivalen a un trauma. Según Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica y Premios Euskadi de Investigación (2017), el trauma depende de la respuesta de la persona a un acontecimiento traumático, como maltrato o violencia intencional. La intensidad del suceso y las "psicopatologías previas o la personalidad vulnerable" son factores determinantes.
Entre el 30-50% de las personas puede experimentar trauma, y sus efectos incluyen humillación, indefensión y una visión destructiva de sí mismos y de los demás, "algo que quiebra un aspecto tan importante como la socialización entre seres humanos". El trauma complejo es una variante más intensa, provocada por situaciones extremas o prolongadas, y tiene síntomas como dificultad emocional, autoestima baja, y problemas para mantener relaciones cercanas.
El tratamiento para el trauma complejo es más intensivo que el de un TEPT normal, pero no existe un tratamiento específico. La elección de las técnicas, como la Terapia de Exposición Prolongada o EMDR, depende de la respuesta del paciente y la habilidad del terapeuta. "El problema del trauma es un problema complejo, pero que hoy en día podemos abordar con tratamientos efectivos".
Por su parte, la psiquiatra y presidenta de la Asociación EMDR España, Anabel González, centró su intervención en el trauma psicológico en migrantes y refugiados, señalando que el TEPT no es su única consecuencia. Aunque advierte que "quizás se nos ha ido un poco de las manos" el concepto de trauma, destacó la importancia de entender la vulnerabilidad y los mecanismos que se activan tanto para sobrevivir como para sanar.
La capacidad de mostrarse vulnerable es clave en el tratamiento, pero "si tenemos el miedo en el cuerpo, la posibilidad se queda rota". Factores como tener un propósito, seguridad personal y capacidad de influir en el entorno fortalecen la resiliencia. Sin embargo, aspectos como la edad, el abuso interpersonal o la repetición de traumas aumentan el riesgo de desarrollar TEPT.
Entre los más vulnerables están niños, personas con apego desorganizado, dependientes, y quienes han sufrido experiencias extremas, como migrantes o víctimas de trata. "Los que se caen por las rendijas del sistema", apuntó González.
Destacó también la necesidad de identificar no solo síntomas postraumáticos, sino también disociativos, que muchas veces pasan desapercibidos. "La disociación no está hecha para que el terapeuta se entere… sino para que el paciente se evada". Por ello, los tratamientos deben adaptarse especialmente en casos de TEPT complejo y con disociación grave de la realidad.
La universidad del Grupo CEF.- UDIMA reunió a diversos expertos en psicología y migración en el Foro de Psicología Fronteras de la Vulnerabilidad, celebrado en el Espacio Loop21 del centro de Madrid. Organizado en colaboración con la Fundación Psicólogos Sin Fronteras, la cita brindó un espacio para psicólogos colegiados y especialistas donde analizar cómo la migración y el trauma psicológico configuran experiencias de vulnerabilidad en las personas. Una realidad que se ha incrementado en los últimos años y "que va a llegar a consulta", aseguraban los expertos.
Redacción CEF.- UDIMA
La jornada se inauguró de la mano de la decana de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Salud de UDIMA, Eva Izquierdo, y contó con la participación de profesoras de psicología de UDIMA, así como profesionales vinculados al tratamiento psicológico de personas migrantes y refugiadas.
El acto sembró el debate sobre la ayuda psicológica y los derechos humanos en dos mesas redondas, y entregó a UNRWA España la primera edición del Premio Fundación Psicología Sin Fronteras en la categoría de Excelencia en Psicología y Solidaridad (que recogió Raquel Martín, su delegada). También contó con la intervención del rector de UDIMA, Eugenio Lanzadera, en la clausura del acto.
La primera mesa, Impacto psicosocial de la migración: vulnerabilidad, identidad y reconstrucción, contó con tres expertas para abordar estos tres efectos sobre las personas migrantes. Marisol Giménez (coordinadora del área de Migración Saludable de Fundación Psicología sin Fronteras) se centró en el abordaje psicológico que ofrece la fundación (desde el área de Migración Saludable) para ayudar a los migrantes a superar los llamados 7 duelos migratorios que pueden llegar a afrontan en su difícil situación (según Joseba Achotegui, psiquiatra español que describió el síndrome de Ulises en 2002.).
La psicóloga trasladó cómo tratan de identificar ese duelo y desarrollar el tratamiento adecuado para cada persona. A menudo "es difícil abarcar todo", son situaciones "multifactoriales", matizaba. A través de diversos talleres buscan dotar de herramientas psicológicas a estas personas, para que puedan "manejar la ansiedad, identificar los psico-duelos, normalizarlos, fomentar la integración a la nueva cultura, y evitar el duelo patológico" (en caso de no elaborarlo bien: el síndrome de Ulises), explicaba Giménez.
Ante todo su labor es determinar las herramientas que tiene el ser humano para elaborar esos duelos, y aportar "acompañamiento psicológico y ventilación emocional". Algo fundamental en lugares como los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros), que funcionan casi como una cárcel, y donde el mero hecho de que un profesional psicológico se acerque a escucharlos en su difícil tesitura, "ya genera una gran diferencia para estas personas". "La Fundación Psicólogos sin Fronteras es la única que va a estos lugares a proveer exclusivamente salud mental", defendió.
Gabriela L. Frías, psicóloga e integrante del Grupo de Trabajo sobre Migraciones, Asilo y Refugio del Colegio de Psicología de Cataluña, retomó la mesa de debate con su enfoque sobre uno de esos siete duelos: el duelo por la identidad profesional. Frías recordó que la migración siempre ha estado presente en la historia, y que "todos podemos ser un día migrantes".
Tras un ejercicio con el público para detectar los estereotipos sobre el concepto migración, (que ella prefiere denominar movimiento migratorio), la psicóloga procedente de Bolivia aclaró por qué "no todos migramos en las mismas condiciones". Hay migraciones voluntarias, laborales, románticas o forzadas, pero incluso en estas últimas no todas pueden calificarse como "por refugio o persecución".
Además de la edad, el género, la duración y extensión (nacional o internacional) de ese movimiento, hay que tener en cuenta elementos como el contexto (familiar o no) en que se produce, así como la situación de vulnerabilidad, estresores, duelo y acompañamiento con los que lo afronta la persona. Pero, a partir de ahí, en verdad sólo cabe una reflexión, que trasladó Frías:
"La elección profesional va atada a una serie de proyectos de vida y expectativas, tiene una dimensión subjetiva y otra social, y esta se ve muy influenciada en por qué decidimos una profesión: qué vemos a futuro, qué queremos". Todo ello se ve profundamente afectado cuando se afronta una migración forzosa, donde es crucial convalidar y regular la situación en el país de destino para poder ejercer la profesión en las mejores condiciones posibles.
Algo que se agrava en el caso de los desplazamientos de quienes huyen de la violencia. Esa escena es la que afrontan desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), donde ejerce María Ángeles Crespo en su Servicio de Atención Psicológica. Ella está especializada en los programas de atención de personas y familias que solicitan la protección internacional, así como refugiadas y migrantes en situación de vulnerabilidad.
Durante su exposición trasladó qué personas se encuentran: "La mayor arte ha sufrido violación de derechos humanos, pérdidas materiales y humanas". Todas deben hacer frente a su duelo particular, pero "la pérdida del estatus social y profesional es la que quiebra la identidad de la persona. Obliga a preguntarse ¿quién soy en esta nueva sociedad de acogida?", desgranaba Crespo.
Mientras tratan de responder a esa cuestión vital, además deben adaptarse al proceso de solicitud de protección y acogida, que la psicóloga del CEAR califica como "complejo, emocional, largo, tedioso, duro… traumatizante", pues supone revivir aquello de lo que se huye y las emociones asociadas a ese recuerdo (horror, culpa, vergüenza).
Obtener ese título de refugiado no es sólo su vía para estabilizar su situación y garantizar su seguridad, abundaba Crespo, sino que también responde a su necesidad de "buscar justicia, restituir el daño y validar lo vivido". Es un importante "elemento terapéutico" a nivel psicológico, y que, sin embargo, se suele alargar en procedimientos con alegaciones, terminando en el 90% de los casos en denegación.
Su objetivo en CEAR es que estas personas "un mínimo de seguridad interna frente a la inseguridad externa", y contemplar todos sus mecanismos supervivencia y de hacer frente al dolor que afrontan desde tantas vertientes. Se trata, en suma, de ver a la persona como superviviente, y no como víctima: reconocer su dolor vivido y "validar sus recursos personales, trayectoria y lucha personal y social".
"Si tenemos claros todos los sucesos psicosociales de la persona migrante, tenemos que poner en marcha soluciones encaminadas a que la persona sienta que tiene el control de su vida, y toma decisiones frente a la indefensión y la incertidumbre", reflexionaba Crespo.
Huir de la guerra o sufrir la violación de derechos fundamentales son sucesos traumáticos, pero no necesariamente equivalen a un trauma. Según Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica y Premios Euskadi de Investigación (2017), el trauma depende de la respuesta de la persona a un acontecimiento traumático, como maltrato o violencia intencional. La intensidad del suceso y las "psicopatologías previas o la personalidad vulnerable" son factores determinantes.
Entre el 30-50% de las personas puede experimentar trauma, y sus efectos incluyen humillación, indefensión y una visión destructiva de sí mismos y de los demás, "algo que quiebra un aspecto tan importante como la socialización entre seres humanos". El trauma complejo es una variante más intensa, provocada por situaciones extremas o prolongadas, y tiene síntomas como dificultad emocional, autoestima baja, y problemas para mantener relaciones cercanas.
El tratamiento para el trauma complejo es más intensivo que el de un TEPT normal, pero no existe un tratamiento específico. La elección de las técnicas, como la Terapia de Exposición Prolongada o EMDR, depende de la respuesta del paciente y la habilidad del terapeuta. "El problema del trauma es un problema complejo, pero que hoy en día podemos abordar con tratamientos efectivos".
Por su parte, la psiquiatra y presidenta de la Asociación EMDR España, Anabel González, centró su intervención en el trauma psicológico en migrantes y refugiados, señalando que el TEPT no es su única consecuencia. Aunque advierte que "quizás se nos ha ido un poco de las manos" el concepto de trauma, destacó la importancia de entender la vulnerabilidad y los mecanismos que se activan tanto para sobrevivir como para sanar.
La capacidad de mostrarse vulnerable es clave en el tratamiento, pero "si tenemos el miedo en el cuerpo, la posibilidad se queda rota". Factores como tener un propósito, seguridad personal y capacidad de influir en el entorno fortalecen la resiliencia. Sin embargo, aspectos como la edad, el abuso interpersonal o la repetición de traumas aumentan el riesgo de desarrollar TEPT.
Entre los más vulnerables están niños, personas con apego desorganizado, dependientes, y quienes han sufrido experiencias extremas, como migrantes o víctimas de trata. "Los que se caen por las rendijas del sistema", apuntó González.
Destacó también la necesidad de identificar no solo síntomas postraumáticos, sino también disociativos, que muchas veces pasan desapercibidos. "La disociación no está hecha para que el terapeuta se entere… sino para que el paciente se evada". Por ello, los tratamientos deben adaptarse especialmente en casos de TEPT complejo y con disociación grave de la realidad.
La universidad del Grupo CEF.- UDIMA reunió a diversos expertos en psicología y migración en el Foro de Psicología Fronteras de la Vulnerabilidad, celebrado en el Espacio Loop21 del centro de Madrid. Organizado en colaboración con la Fundación Psicólogos Sin Fronteras, la cita brindó un espacio para psicólogos colegiados y especialistas donde analizar cómo la migración y el trauma psicológico configuran experiencias de vulnerabilidad en las personas. Una realidad que se ha incrementado en los últimos años y "que va a llegar a consulta", aseguraban los expertos.
Redacción CEF.- UDIMA
La jornada se inauguró de la mano de la decana de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Salud de UDIMA, Eva Izquierdo, y contó con la participación de profesoras de psicología de UDIMA, así como profesionales vinculados al tratamiento psicológico de personas migrantes y refugiadas.
El acto sembró el debate sobre la ayuda psicológica y los derechos humanos en dos mesas redondas, y entregó a UNRWA España la primera edición del Premio Fundación Psicología Sin Fronteras en la categoría de Excelencia en Psicología y Solidaridad (que recogió Raquel Martín, su delegada). También contó con la intervención del rector de UDIMA, Eugenio Lanzadera, en la clausura del acto.
La primera mesa, Impacto psicosocial de la migración: vulnerabilidad, identidad y reconstrucción, contó con tres expertas para abordar estos tres efectos sobre las personas migrantes. Marisol Giménez (coordinadora del área de Migración Saludable de Fundación Psicología sin Fronteras) se centró en el abordaje psicológico que ofrece la fundación (desde el área de Migración Saludable) para ayudar a los migrantes a superar los llamados 7 duelos migratorios que pueden llegar a afrontan en su difícil situación (según Joseba Achotegui, psiquiatra español que describió el síndrome de Ulises en 2002.).
La psicóloga trasladó cómo tratan de identificar ese duelo y desarrollar el tratamiento adecuado para cada persona. A menudo "es difícil abarcar todo", son situaciones "multifactoriales", matizaba. A través de diversos talleres buscan dotar de herramientas psicológicas a estas personas, para que puedan "manejar la ansiedad, identificar los psico-duelos, normalizarlos, fomentar la integración a la nueva cultura, y evitar el duelo patológico" (en caso de no elaborarlo bien: el síndrome de Ulises), explicaba Giménez.
Ante todo su labor es determinar las herramientas que tiene el ser humano para elaborar esos duelos, y aportar "acompañamiento psicológico y ventilación emocional". Algo fundamental en lugares como los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros), que funcionan casi como una cárcel, y donde el mero hecho de que un profesional psicológico se acerque a escucharlos en su difícil tesitura, "ya genera una gran diferencia para estas personas". "La Fundación Psicólogos sin Fronteras es la única que va a estos lugares a proveer exclusivamente salud mental", defendió.
Gabriela L. Frías, psicóloga e integrante del Grupo de Trabajo sobre Migraciones, Asilo y Refugio del Colegio de Psicología de Cataluña, retomó la mesa de debate con su enfoque sobre uno de esos siete duelos: el duelo por la identidad profesional. Frías recordó que la migración siempre ha estado presente en la historia, y que "todos podemos ser un día migrantes".
Tras un ejercicio con el público para detectar los estereotipos sobre el concepto migración, (que ella prefiere denominar movimiento migratorio), la psicóloga procedente de Bolivia aclaró por qué "no todos migramos en las mismas condiciones". Hay migraciones voluntarias, laborales, románticas o forzadas, pero incluso en estas últimas no todas pueden calificarse como "por refugio o persecución".
Además de la edad, el género, la duración y extensión (nacional o internacional) de ese movimiento, hay que tener en cuenta elementos como el contexto (familiar o no) en que se produce, así como la situación de vulnerabilidad, estresores, duelo y acompañamiento con los que lo afronta la persona. Pero, a partir de ahí, en verdad sólo cabe una reflexión, que trasladó Frías:
"La elección profesional va atada a una serie de proyectos de vida y expectativas, tiene una dimensión subjetiva y otra social, y esta se ve muy influenciada en por qué decidimos una profesión: qué vemos a futuro, qué queremos". Todo ello se ve profundamente afectado cuando se afronta una migración forzosa, donde es crucial convalidar y regular la situación en el país de destino para poder ejercer la profesión en las mejores condiciones posibles.
Algo que se agrava en el caso de los desplazamientos de quienes huyen de la violencia. Esa escena es la que afrontan desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), donde ejerce María Ángeles Crespo en su Servicio de Atención Psicológica. Ella está especializada en los programas de atención de personas y familias que solicitan la protección internacional, así como refugiadas y migrantes en situación de vulnerabilidad.
Durante su exposición trasladó qué personas se encuentran: "La mayor arte ha sufrido violación de derechos humanos, pérdidas materiales y humanas". Todas deben hacer frente a su duelo particular, pero "la pérdida del estatus social y profesional es la que quiebra la identidad de la persona. Obliga a preguntarse ¿quién soy en esta nueva sociedad de acogida?", desgranaba Crespo.
Mientras tratan de responder a esa cuestión vital, además deben adaptarse al proceso de solicitud de protección y acogida, que la psicóloga del CEAR califica como "complejo, emocional, largo, tedioso, duro… traumatizante", pues supone revivir aquello de lo que se huye y las emociones asociadas a ese recuerdo (horror, culpa, vergüenza).
Obtener ese título de refugiado no es sólo su vía para estabilizar su situación y garantizar su seguridad, abundaba Crespo, sino que también responde a su necesidad de "buscar justicia, restituir el daño y validar lo vivido". Es un importante "elemento terapéutico" a nivel psicológico, y que, sin embargo, se suele alargar en procedimientos con alegaciones, terminando en el 90% de los casos en denegación.
Su objetivo en CEAR es que estas personas "un mínimo de seguridad interna frente a la inseguridad externa", y contemplar todos sus mecanismos supervivencia y de hacer frente al dolor que afrontan desde tantas vertientes. Se trata, en suma, de ver a la persona como superviviente, y no como víctima: reconocer su dolor vivido y "validar sus recursos personales, trayectoria y lucha personal y social".
"Si tenemos claros todos los sucesos psicosociales de la persona migrante, tenemos que poner en marcha soluciones encaminadas a que la persona sienta que tiene el control de su vida, y toma decisiones frente a la indefensión y la incertidumbre", reflexionaba Crespo.
Huir de la guerra o sufrir la violación de derechos fundamentales son sucesos traumáticos, pero no necesariamente equivalen a un trauma. Según Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica y Premios Euskadi de Investigación (2017), el trauma depende de la respuesta de la persona a un acontecimiento traumático, como maltrato o violencia intencional. La intensidad del suceso y las "psicopatologías previas o la personalidad vulnerable" son factores determinantes.
Entre el 30-50% de las personas puede experimentar trauma, y sus efectos incluyen humillación, indefensión y una visión destructiva de sí mismos y de los demás, "algo que quiebra un aspecto tan importante como la socialización entre seres humanos". El trauma complejo es una variante más intensa, provocada por situaciones extremas o prolongadas, y tiene síntomas como dificultad emocional, autoestima baja, y problemas para mantener relaciones cercanas.
El tratamiento para el trauma complejo es más intensivo que el de un TEPT normal, pero no existe un tratamiento específico. La elección de las técnicas, como la Terapia de Exposición Prolongada o EMDR, depende de la respuesta del paciente y la habilidad del terapeuta. "El problema del trauma es un problema complejo, pero que hoy en día podemos abordar con tratamientos efectivos".
Por su parte, la psiquiatra y presidenta de la Asociación EMDR España, Anabel González, centró su intervención en el trauma psicológico en migrantes y refugiados, señalando que el TEPT no es su única consecuencia. Aunque advierte que "quizás se nos ha ido un poco de las manos" el concepto de trauma, destacó la importancia de entender la vulnerabilidad y los mecanismos que se activan tanto para sobrevivir como para sanar.
La capacidad de mostrarse vulnerable es clave en el tratamiento, pero "si tenemos el miedo en el cuerpo, la posibilidad se queda rota". Factores como tener un propósito, seguridad personal y capacidad de influir en el entorno fortalecen la resiliencia. Sin embargo, aspectos como la edad, el abuso interpersonal o la repetición de traumas aumentan el riesgo de desarrollar TEPT.
Entre los más vulnerables están niños, personas con apego desorganizado, dependientes, y quienes han sufrido experiencias extremas, como migrantes o víctimas de trata. "Los que se caen por las rendijas del sistema", apuntó González.
Destacó también la necesidad de identificar no solo síntomas postraumáticos, sino también disociativos, que muchas veces pasan desapercibidos. "La disociación no está hecha para que el terapeuta se entere… sino para que el paciente se evada". Por ello, los tratamientos deben adaptarse especialmente en casos de TEPT complejo y con disociación grave de la realidad.
La universidad del Grupo CEF.- UDIMA reunió a diversos expertos en psicología y migración en el Foro de Psicología Fronteras de la Vulnerabilidad, celebrado en el Espacio Loop21 del centro de Madrid. Organizado en colaboración con la Fundación Psicólogos Sin Fronteras, la cita brindó un espacio para psicólogos colegiados y especialistas donde analizar cómo la migración y el trauma psicológico configuran experiencias de vulnerabilidad en las personas. Una realidad que se ha incrementado en los últimos años y "que va a llegar a consulta", aseguraban los expertos.
Redacción CEF.- UDIMA
La jornada se inauguró de la mano de la decana de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Salud de UDIMA, Eva Izquierdo, y contó con la participación de profesoras de psicología de UDIMA, así como profesionales vinculados al tratamiento psicológico de personas migrantes y refugiadas.
El acto sembró el debate sobre la ayuda psicológica y los derechos humanos en dos mesas redondas, y entregó a UNRWA España la primera edición del Premio Fundación Psicología Sin Fronteras en la categoría de Excelencia en Psicología y Solidaridad (que recogió Raquel Martín, su delegada). También contó con la intervención del rector de UDIMA, Eugenio Lanzadera, en la clausura del acto.
La primera mesa, Impacto psicosocial de la migración: vulnerabilidad, identidad y reconstrucción, contó con tres expertas para abordar estos tres efectos sobre las personas migrantes. Marisol Giménez (coordinadora del área de Migración Saludable de Fundación Psicología sin Fronteras) se centró en el abordaje psicológico que ofrece la fundación (desde el área de Migración Saludable) para ayudar a los migrantes a superar los llamados 7 duelos migratorios que pueden llegar a afrontan en su difícil situación (según Joseba Achotegui, psiquiatra español que describió el síndrome de Ulises en 2002.).
La psicóloga trasladó cómo tratan de identificar ese duelo y desarrollar el tratamiento adecuado para cada persona. A menudo "es difícil abarcar todo", son situaciones "multifactoriales", matizaba. A través de diversos talleres buscan dotar de herramientas psicológicas a estas personas, para que puedan "manejar la ansiedad, identificar los psico-duelos, normalizarlos, fomentar la integración a la nueva cultura, y evitar el duelo patológico" (en caso de no elaborarlo bien: el síndrome de Ulises), explicaba Giménez.
Ante todo su labor es determinar las herramientas que tiene el ser humano para elaborar esos duelos, y aportar "acompañamiento psicológico y ventilación emocional". Algo fundamental en lugares como los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros), que funcionan casi como una cárcel, y donde el mero hecho de que un profesional psicológico se acerque a escucharlos en su difícil tesitura, "ya genera una gran diferencia para estas personas". "La Fundación Psicólogos sin Fronteras es la única que va a estos lugares a proveer exclusivamente salud mental", defendió.
Gabriela L. Frías, psicóloga e integrante del Grupo de Trabajo sobre Migraciones, Asilo y Refugio del Colegio de Psicología de Cataluña, retomó la mesa de debate con su enfoque sobre uno de esos siete duelos: el duelo por la identidad profesional. Frías recordó que la migración siempre ha estado presente en la historia, y que "todos podemos ser un día migrantes".
Tras un ejercicio con el público para detectar los estereotipos sobre el concepto migración, (que ella prefiere denominar movimiento migratorio), la psicóloga procedente de Bolivia aclaró por qué "no todos migramos en las mismas condiciones". Hay migraciones voluntarias, laborales, románticas o forzadas, pero incluso en estas últimas no todas pueden calificarse como "por refugio o persecución".
Además de la edad, el género, la duración y extensión (nacional o internacional) de ese movimiento, hay que tener en cuenta elementos como el contexto (familiar o no) en que se produce, así como la situación de vulnerabilidad, estresores, duelo y acompañamiento con los que lo afronta la persona. Pero, a partir de ahí, en verdad sólo cabe una reflexión, que trasladó Frías:
"La elección profesional va atada a una serie de proyectos de vida y expectativas, tiene una dimensión subjetiva y otra social, y esta se ve muy influenciada en por qué decidimos una profesión: qué vemos a futuro, qué queremos". Todo ello se ve profundamente afectado cuando se afronta una migración forzosa, donde es crucial convalidar y regular la situación en el país de destino para poder ejercer la profesión en las mejores condiciones posibles.
Algo que se agrava en el caso de los desplazamientos de quienes huyen de la violencia. Esa escena es la que afrontan desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), donde ejerce María Ángeles Crespo en su Servicio de Atención Psicológica. Ella está especializada en los programas de atención de personas y familias que solicitan la protección internacional, así como refugiadas y migrantes en situación de vulnerabilidad.
Durante su exposición trasladó qué personas se encuentran: "La mayor arte ha sufrido violación de derechos humanos, pérdidas materiales y humanas". Todas deben hacer frente a su duelo particular, pero "la pérdida del estatus social y profesional es la que quiebra la identidad de la persona. Obliga a preguntarse ¿quién soy en esta nueva sociedad de acogida?", desgranaba Crespo.
Mientras tratan de responder a esa cuestión vital, además deben adaptarse al proceso de solicitud de protección y acogida, que la psicóloga del CEAR califica como "complejo, emocional, largo, tedioso, duro… traumatizante", pues supone revivir aquello de lo que se huye y las emociones asociadas a ese recuerdo (horror, culpa, vergüenza).
Obtener ese título de refugiado no es sólo su vía para estabilizar su situación y garantizar su seguridad, abundaba Crespo, sino que también responde a su necesidad de "buscar justicia, restituir el daño y validar lo vivido". Es un importante "elemento terapéutico" a nivel psicológico, y que, sin embargo, se suele alargar en procedimientos con alegaciones, terminando en el 90% de los casos en denegación.
Su objetivo en CEAR es que estas personas "un mínimo de seguridad interna frente a la inseguridad externa", y contemplar todos sus mecanismos supervivencia y de hacer frente al dolor que afrontan desde tantas vertientes. Se trata, en suma, de ver a la persona como superviviente, y no como víctima: reconocer su dolor vivido y "validar sus recursos personales, trayectoria y lucha personal y social".
"Si tenemos claros todos los sucesos psicosociales de la persona migrante, tenemos que poner en marcha soluciones encaminadas a que la persona sienta que tiene el control de su vida, y toma decisiones frente a la indefensión y la incertidumbre", reflexionaba Crespo.
Huir de la guerra o sufrir la violación de derechos fundamentales son sucesos traumáticos, pero no necesariamente equivalen a un trauma. Según Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica y Premios Euskadi de Investigación (2017), el trauma depende de la respuesta de la persona a un acontecimiento traumático, como maltrato o violencia intencional. La intensidad del suceso y las "psicopatologías previas o la personalidad vulnerable" son factores determinantes.
Entre el 30-50% de las personas puede experimentar trauma, y sus efectos incluyen humillación, indefensión y una visión destructiva de sí mismos y de los demás, "algo que quiebra un aspecto tan importante como la socialización entre seres humanos". El trauma complejo es una variante más intensa, provocada por situaciones extremas o prolongadas, y tiene síntomas como dificultad emocional, autoestima baja, y problemas para mantener relaciones cercanas.
El tratamiento para el trauma complejo es más intensivo que el de un TEPT normal, pero no existe un tratamiento específico. La elección de las técnicas, como la Terapia de Exposición Prolongada o EMDR, depende de la respuesta del paciente y la habilidad del terapeuta. "El problema del trauma es un problema complejo, pero que hoy en día podemos abordar con tratamientos efectivos".
Por su parte, la psiquiatra y presidenta de la Asociación EMDR España, Anabel González, centró su intervención en el trauma psicológico en migrantes y refugiados, señalando que el TEPT no es su única consecuencia. Aunque advierte que "quizás se nos ha ido un poco de las manos" el concepto de trauma, destacó la importancia de entender la vulnerabilidad y los mecanismos que se activan tanto para sobrevivir como para sanar.
La capacidad de mostrarse vulnerable es clave en el tratamiento, pero "si tenemos el miedo en el cuerpo, la posibilidad se queda rota". Factores como tener un propósito, seguridad personal y capacidad de influir en el entorno fortalecen la resiliencia. Sin embargo, aspectos como la edad, el abuso interpersonal o la repetición de traumas aumentan el riesgo de desarrollar TEPT.
Entre los más vulnerables están niños, personas con apego desorganizado, dependientes, y quienes han sufrido experiencias extremas, como migrantes o víctimas de trata. "Los que se caen por las rendijas del sistema", apuntó González.
Destacó también la necesidad de identificar no solo síntomas postraumáticos, sino también disociativos, que muchas veces pasan desapercibidos. "La disociación no está hecha para que el terapeuta se entere… sino para que el paciente se evada". Por ello, los tratamientos deben adaptarse especialmente en casos de TEPT complejo y con disociación grave de la realidad.